24.5.18

PASEOS DE JANE 2018


Javier Burón presenta el paseo de M. Antúnez

Este año he vuelto a participar en los Paseos de Jane. A mí que tanto me gusta pasear por la ciudad y gozar del ir ir venir de sus diversas gentes, y leer en las fachadas de sus edificios o en sus pavimentos la historia de nuestra urbe; un libro abierto.

En esta edición he acudido a tres paseos como asistente, como espectador ávido de disfrute y conocimiento. No he podido acudir a otros que me interesaban, pero el tiempo es limitado. De modo que el viernes tarde estuve presente en el Miguel Antúnez sobre la “Poesía de los Árboles”, que se desarrolló en los Jardines de la Agricultura, con lecturas poéticas sobre cada uno de los ejemplares en los que el autor se detuvo. Allí me encontré con muchos y viejos amigos. Y aunque el acto arrancó con puntualidad, terminó 30 minutos después de lo previsto (cosa lógica en un paseo guiado) lo que me impidió asistir a otro paseo que me interesaba y que lo conducía el amigo Pancho, gran conocedor de las aguas de Córdoba. Y es que el cuerpo tampoco aguanta a estas (supongo) edades: estar a pie quieto durante mucho tiempo me causa dolores de espalda. ¡Qué le vamos a hacer!

Miguel Antúnez durante su paseo

El sábado por la mañana asistí al paseo guiado por el también amigo Alberto Rubio, que nos ilustró sobre el viaje que realizó el Gran Duque de Toscana a nuestra ciudad en el siglo XVII, dentro de su periplo por la Europa más occidental. Arrancó el acto en las Caballerizas Reales y finiquitó en la Plaza de la Corredera, donde las autoridades locales le ofrecieron una corrida de toros. Paramos en el Centro de Visitantes de Córdoba, donde se encuentra reproducido un fragmento de la crónica del aristócrata florentino sobre su estancia en Córdoba y en el semiclaustro conservado del antiguo convento de San Pedro el Real (actual iglesia de San Francisco), donde se alojó el Gran Duque durante su estancia en Córdoba.

Alberto Rubio en las Caballerizas Reales

El domingo por la mañana tocaba con Manuel Harazem y su paseo sobre la Rebelión de Saqunda, sobre la que ha escrito un libro que leí con fruición el pasado verano. El itinerario comenzó en el C3A (o como se llame, porque este nombre me remite a los robots de “La Guerra de las Galaxias”). Allí pudimos contemplar los pocos vestigios de ese inmenso arrabal que se conservan y que fue arrasado por las excavadores, como otros tantos otros yacimientos en Córdoba. De allí nos trasladamos al otro lado del río (su margen derecha), donde la maleza oculta el dique o murallón que se construyó en su margen izquierda para prevenir que las crecidas del río no inundasen Saqunda, pero que el devenir del río, con constantes cambios en su curso y meandros, ha dejado como mudo testigo de lo que un día fue. El acto terminó junto al Molino de la Albolafia, frente a la Puerta del Puente y el actual Seminario. Después los más íntimos (el propio Harazem, Cristina, Carlos Puentes, Eladio y Paco Madrigal fuimos a refrescarnos con una cerveza en el cercano Amapola.

Manuel Harazem en su paseo

Por la tarde me tocó, esta vez como guía, el paseo sobre la Avenida de las Ollerías, que era el último de esta edición de los Paseos de Jane. El tiempo se había vuelto horrible, como había pronosticado nuestro amigo “El Meteofriki” (Carlos Puentes) a mediodía. Tras la tormenta desatada hubimos de cambiar el punto de encuentro a la acera de enfrente, cobijados por los soportales de esta avenida que son una bendición (ante las lluvias y también bajo el sol estival). Muchos amigos tuvieron que desistir porque se mojaron nada más salir de sus casas, cosa comprensible sobre todo en este mayo cordobés tan impredecible, con subida y bajada de las temperaturas, inversiones térmicas y sus rápidas variaciones del cielo. Pero todo resultó bien, con paraguas desgarbados a causa del viento y una afluencia de público (en su mayoría vecinos del barrio) nada despreciable. Un público muy participativo. Y nos despedimos gratamente bajo el arco de la Torre de la Malmuerta, aunque la persistente lluvia nos azotaba a izquierda y derecha.

    
Dos de los edificios desaparecidos en Avenida de las Ollerías: Fundiciones Alba y Garaje San Cayetano





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