30.8.23

EL CAMINO DE SANTIAGO EN SILLA DE RUEDAS 2023



    En Ca María Elena, sellando los pasaportes


El peregrinaje comenzó a las 8 de la mañana en el Parque Fidiana. Allí me reencontré con viejas amistades y conocí a nuevas que nos acompañarían: Teresa e Isabel. Briosa la primera y muy atenta la segunda.

Antes de partir quedamos en Los  Blázquez para desayunar. Lamentablemente el bar previsto estaba cerrado, así que postergamos nuestra cita en Peraleda del Zaucejo, ya en la provincia de Badajoz. Allí nos volvimos a reunir aunque sin llegar a un acuerdo, pues los demás coches opinaron que era muy pronto para desayunar. Yo tenía cierta urgencia por razones fisiológicas y de medicamentos, así que Luis R. y yo decidimos parar. Los demás siguieron adelante, desconociendo que se internaban en la “Siberia extremeña” falta de puntos donde parar a fin de tomar el desayuno. Fue la primera disgregación de la caravana que luego se repitió más adelante por despistes varios. Ellos no encontraron lugar donde desayunar en condiciones, y nosotros -para no retrasar la marcha- seguimos adelante en el largo viaje.

Nos reencontramos en Guijuelo, dónde degustamos dos platos de jamón de la tierra y montaditos a elección personal. Lo hicimos casi de pie porque las mesas, tanto del interior como del exterior, estaban repletas. Y yo con mi bocata de jamón de pata negra que había comprado en Peraleda para el picnic de ese día y hube de dejar para los días siguientes.


Salimos de Guijuelo todos juntos pero nuevamente nos acabaríamos dispersando por confusiones, de modo que no nos volvimos a reunir hasta el punto de destino: el hotel San Paio en Lavacolla. Allí nos esperaban Fernando de Antequera y su esposa María Jesús, procedentes de Coimbra y también Juan Manuel y su pareja Pilar M.; hacía un fresco gratificante tras las calurosas jornadas anteriores en Córdoba (La Olla Omeya). El scooter alquilado ya me esperaba en el hotel. Tras la cena, y en un amplio salón reservado para nosotros, M. Morales nos obsequió con un bordón de madera y una camiseta con el logo del grupo para nuestra entrada triunfal en Santiago de Compostela prevista para el día 25 de agosto.

Llegué muy cansado y estresado por el viaje de 1.100 kms y eso que no conduje. Durante la cena dí una charla sobre la Vía Láctea, el Camino de Santiago y sus símbolos, que continué la noche siguiente.


Al día siguiente la 1ª etapa (Baamonde-Miraz) no la realicé por el madrugón del día anterior y la excitación nerviosa del viaje a pesar de que no conduje el coche. Y es que necesitaba dormir, de modo que quedé con Pilar O. que llevaba el coche de apoyo. Desayunamos a las 9 y luego nos dirigimos a Miraz, punto final de la etapa; pero con tan mala fortuna que hicimos 30 kms. -luego desandados- ya que el navegador o “Tom Tom “ (tontón) nos llevó a otro Miraz que no era el nuestro y que se encontraba en otro “Concello” lucense. Por fin nos reencontramos con el grupo en Miraz, punto final de esa primera etapa. Allí comimos los bocadillos en una zona con mesas, bancos y sombras.



En ese Miraz comenzó la jornada del día siguiente. Allí me incorporé a la ruta con el scooter. El principio fue dificultoso por las enormes piedras que “alfombraban” el suelo y luego por las pendientes de más del 6% que la máquina no podía superar, de modo que necesité ayuda numerosas veces por parte de mis amigos acompañantes. Y es que el scooter no estaba preparado para estos tramos; y eso que la ortopedia en la que lo alquilé me dijeron que era adecuado para el Camino. 


En el recorrido, tras una pronunciada cuesta en que se hubo de empujar al scooter, el grueso del grupo paramos en una granja (en Portoferro) con mesas en su patio, para aliviar nuestra sed y recargar el aparato, pues sus indicadores marcaban que la batería estaba baja. De modo que el cacharro estuvo recargándose gracias a la gentileza de sus moradores. Y allí, rodeados de perros y pasajeras vacas, asistimos a una escena que se podría calificar como "X"; una escena casi teatral, porque el gallardo gallo del corral fecundó en pocos minutos a tres gallinas ante nuestra vista y subido en una plataforma a dos metros de altura de nuestros asientos. ¡Cualquiera  se atrevía a acercarse al gallo, tal y como defendía su territorio y harén!


Gallo chulo

Luego comprobé que el problema no era la batería (tenía más de 30 kilómetros de autonomía) sino las pendientes, ya que en las zonas llanas o cuesta abajo la batería aparecía repleta. 


Finalmente pude llegar al punto final de la etapa en Sobrado dos Monxes, no sin la ayuda del taxi de apoyo adaptado debido a las insuperables pendientes; allí el amable taxista (Ángel) se ofreció a llevarnos a un mirador cercano, donde había hecho la mili en lo que fue un escueto cuartel de telecomunicaciones, ya abandonado y convertido en una plataforma para antenas. 


Vistas desde el pico campello

Se trataba del a pico Campello con buenas vistas del paisaje gallego. Y digo “llevarnos”  porque en el punto de recogida se unió Luis, que no podía seguir caminando por ampollas en los pies. Tras el picnic, ya por la tarde, visitamos el monumental monasterio cisterciense de Sobrado dos Monxes, de estilo ecléctico debido a sus avatares en el tiempo: desde el gótico inicial al barroco tardío del siglo XVIII y su reconstrucción parcial con motivo de guerras y desamortizaciones. Todo en granito simulaba un estilo herreriano, escurialense, pero recargado a la española con abundante decoración (el  horror vacui). También me dio la impresión de que intentaba rivalizar o imitar a la catedral de Santiago en la fachada de su iglesia, incluida una torre piramidal. Allí adquirí una libreta de viaje y un juego de la oca y parchís del camino.


Fachada de la iglesia del monasterio de Sobrado dos Monxes

La siguiente etapa transcurría desde Sobrado hasta Arzúa, localidad donde confluyen al menos dos caminos: el del norte (que habíamos seguido) y el francés. Fue la jornada más dura por la ola de calor que nos afectó con un recorrido mayoritariamente sin arbolado. El resultado fue que Pilar M. sufrió un golpe de calor. Por suerte acertó a pasar por allí un coche de la Guardia Civil que la auxilió y, amablemente, la trasladó al punto de encuentro (Arzúa) a pesar de que estos incidentes no formaban parte de sus labores. 


Una vez reunido el grupo en Arzúa partimos en coches hacia Melide, dónde teníamos reservada mesa en la afamada pulpería "Casa Ezequiel". Dentro, en ese local atestado, el calor era insoportable pues no disponían de aire acondicionado, innecesario en esas tierras. Eso sí, el pulpo estaba exquisito y a muy buen precio. Cuando salimos de este establecimiento nos dirigimos a una heladería cercana donde aplacamos el bochorno. De vuelta, en la terraza de nuestro hotel, siempre fresca, nos persiguió el calor. Esa noche cayó una intensa lluvia torrencial que duró poco, pero sirvió para refrescar el suelo y el ambiente. Me imagino que se trataba de una “tormenta de verano”, diaria en zonas tropicales y causada por las excesivas temperaturas en superficie que ocasionan que el aire caliente ascienda súbitamente y al llegar a capas altas de la atmósfera se enfríe y ocasione la precipitación. En efecto, el día siguiente amaneció con el cielo límpido.


El jueves 24 hicimos la etapa Arzúa-O Pedrouzo-San Paio (Lavacolla). Fue la más fácil y sombreada. En ella abundaban los peregrinos, casi una romería. Hubo un momento más mágico en un lugar en el cual una persona allí sentada tocaba un instrumento de percusión para mí desconocido, tras una mesa-altar donde había libros, sello para el pasaporte del peregrino y jalonado de carteles ad hoc. En ese tramo Mª Jesús sufrió una bajada de glucosa que le asustó, pero que afortunadamente se recuperó por la tarde en el hotel sin mayores consecuencias.


Momento musical mágico.
Puedes ver un corto vídeo con audio aquí.

La jornada final fue el viernes 25. Desde el hotel a Santiago (12 km). Le temía a las pendientes, así que cuando llegaba a zona llana aceleraba para ganar tiempo, de modo que me descolgué del grupo y de Sebastián, que iba en cabeza y me servía de protección en los tramos de carretera. El resultado fue que me equivoqué en un cruce y fui por la carretera en busca de los demás, aconsejado por un lugareño que me encontré y me indicó que ese tramo por carretera era peligroso. Así que hubo de venir Manolo Morales a rescatarme .y continuar hasta enlazar con el camino pedestre, si bien la distancia que me separaba de dicho enlace era de unos 300 metros. Los demás del grupo nos estaban esperando a la entrada de Santiago. Todos juntos a la plaza del Obradoiro pasadas las 11 horas, no sin antes el postrer obstáculo: la escalinata de bajada desde la plaza de la Inmaculada. Seguramente habría algún itinerario alternativo para salvar el desnivel, pero no estábamos para gaitas y mis acompañantes cortaron por lo sano: me bajé de la silla y ellos, cual si de trono se tratara, la bajaron entre cuatro. De modo que verdaderamente entre en la plaza a pie. Y hablando de gaitas, en esa escalera había un gaitero que me pareció tal vez irlandés, pues no llevaba el kilt típico de los escoceses y lo que interpretaba no me resultaba familiar, ni muñeira gallega ni gaita asturiana. Lástima que con la excitación del momento no me paré a hacerle una foto. Como tampoco en la plaza de Quintana al pintoresco anciano que descansaba en sus bancos corridos. Ya en el kilómetro 0 del Camino, foto de grupo y cante a cargo de Juani E. y su excelente voz.


En el kilómetro 0  (foto de M. Morales)


Luego nos dispersamos: unos a la misa del Peregrino, otros a dar una vuelta por el casco histórico y yo para desayunar y tomar la medicación el cercano Hospital de los Reyes Católicos convertido en parador nacional. Su claustro era interesante y había una puerta casi manuelina. Después recorrí el casco histórico, compré un cuponazo, me tomé una copa y adquirí regalos de azabache en la calle Azabacherías. Habíamos quedado para comer una mariscada en el restaurante Sexto II. Desde la plaza de Quintana me dirigí a su encuentro, lo pasé de largo sin darme cuenta (gracias a Google Maps!) y me planté en la plaza de Galicia, dónde -nuevamente- hubo de rescatarme Manolo Morales. Ese restaurante tiene un obstáculo de acceso: un enorme escalón a su entrada que fue superado otra vez por mis amigos, quienes subieron el scooter al que rápidamente el atento personal del restaurante buscó un lugar de aparcamiento dentro del local.


Mariscada subsiguiente


La mariscada fue abundante (no la pudimos terminar) dados los entrantes previos -empanada gallega y pimientos de Padrón- y las grandes bandejas de mejillones al vapor suplementarios. Aunque resultó  irregular: percebes, y porras de pata de cangrejo un tanto resecos. El resto, buey de mar, centollo, cigalas y langostinos muy bien. Y de postre una variedad de pastelillos para todos los gustos. Salimos saciados y contentos. Después Pilar Ortega me acompañó para devolver la máquina a la ortopedia, en la que hice saber a la dependienta que ese aparato no estaba preparado para el Camino. Ella se disculpó diciendo que el técnico lo había recomendado por ser el más potente disponible. Desde allí regresamos al hotel en taxi.



En la noche despedidas tras un arroz exquisito, adobado con alguna especia que algunos sospechamos se trataba de romero, como después nos confirmó la joven y simpática camarera, sin desvelarnos completamente el secreto de la receta que algún comensal atribuyó a la alcachofa que no todos catamos.


En la mañana siguiente, durante el desayuno conjunto a las 8 de la mañana, recibí mi Compostela y el Pasaporte del peregrino. Luego, tras efusivos y sinceros abrazos, nos despedimos hasta otra; cada cual partió a la hora que le pareció oportuna. Luis y yo salimos los últimos (sobre las 9) aunque dejando allí a Mª José (a quien ya conocía por nuestro común viaje a Cuba en 2004) que tenía su vuelo de retorno unas horas más tarde.


Luis decidió volver por Madrid y no por la Vía de la Plata por la que vinimos. Ciertamente hubimos de pagar un peaje en la autopista, pero no nos importaba. Durante el trayecto yo sesteé un poco. Luego Luis hizo dos paradas para sestear y así descansar él también. Paramos a la entrada de Tordesillas para comer en un restaurante llamado “El Cruce” con servicio muy rápido y buen condumio a base de carne. Llegamos a Córdoba sobre las 21:15, tras 12 horas de viaje y 1,100 kilómetros.


MAS FOTOS : AQUÍ



12.8.23

DIARIOS (1956-1985) de Jaime Gil de Biedma




A fines de mayo de 2023 un amigo me regaló este libro para mi solaz durante el viaje y estancia común en las termas romanas de Alange. Aunque yo llevaba lectura, lo comencé inmediatamente en nuestro largo viaje en tren, primero a Sevilla (AVE) y luego un medio distancia a Mérida. Me entusiasmé inmediatamente con su lectura, aunque sus 667 páginas me han tenido ocupado hasta ayer, si bien lo ido intercalando con otras lecturas, especialmente sobre el Camino de Santiago en vistas de mi próximo peregrinaje allí.

No había leído nada de Gil de Biedma, solo tenía referencias de su vida y obra y luego vi una película sobre él titulada El cónsul de Sodoma interpretada por Jordi Mollá.

La obra es desigual en contenidos y extensión. La primera parte, titulada Retrato del artista en 1956 ocupa 266 páginas y tal vez fue publicada suelta en 1976 con el título de Diario del artista seriamente enfermo, en la que narra su experiencia en Filipinas como abogado y ejecutivo de la Compañía General de Tabacos de Filipinas.

La siguiente parte se titula Diario de Moralidades y abarca desde 1959 hasta 1965. Tras un paréntesis casi 13 años, vuelve a retomarlo en 1978 y da un salto hasta 1985, cuando lo finaliza, posiblemente por su diagnóstico de sida.


Índice de la obra

La edición cuenta con un prólogo de Andreu Jaume, una cronología, bibliografía del autor y un completísimo índice onomástico que va desde los clásicos, pasando por la generación del 27 y la del 50 a la que pertenece junto a otros “compañeros de viaje” como Carlos Barral, los Goytisolo y otros, que además fueron activistas políticos contra el franquismo. En el centro del volumen hay una colección de fotografías en las que aparece solo o en compañía de familia, conocidos y amigos, desde 1953 hasta 1964.

Y lo de desigual, también viene a cuento no solo por la extensión de las anotaciones de anuales, sino por su contenido. Unas veces personal, íntimo, y otras sobre la mecánica para elaborar y pulir sus poemas antes de intentar publicarlos, con muchos ejemplos(1960, 61, 62 y 1963), cosa muy útil para aprendices de poetas sin rima. En 1964 sigue con este tema pero incluye sus relaciones sociales (principalmente literarias), que continúa en 1965.

Un pequeño problema es que abundan expresiones en otros idiomas que a veces no están traducidas a pie de página y que parecen guiños a sus amigos o posibles lectores todos miembros de la gauche divine barcelonesa o española.