12.4.23

¡Ay de mis tesis! (Autobiografía 14)



Presa de Riaño (sepbre. 1984)


Como en los dos últimos años de carrera opté por la Geografía, en septiembre de 1984 acudí al Encuentro sobre pueblos deshabitados, que tuvo lugar en el Palacio de Congresos de Madrid y dado mi interés por el despoblamiento rural y la ecología. Allí entré en contacto con personas y colectivos preocupados por esta problemática que entonces era severa (lo ha seguido siendo) y afectaba principalmente a las zonas de montaña. Y así fue como después acudí a Riaño (León) a las Jornadas sobre la montaña, convocadas por la CACOR. Allí acudieron algunas personas que luego ostentaron cargos políticos importantes en materia medioambiental, mucha gente del valle y otros colindantes y -en las tertulias nocturnas públicas y al calor de la lumbre- escuché al escritor Julio Llamazares, nativo de la zona, preocupado por el tema de los pueblos deshabitados de la montaña como reflejó en su obra La lluvia amarilla.


El tema iba cobrando cada vez más importancia con lo que al año siguiente acudí a un congreso en Pola de Lena (Asturias) sobre la problemática de las zonas de montaña cantábrica. Finalmente al Congreso sobre “Agricultura y Desarrollo Rural en zonas de montaña”, convocado por la Junta de Andalucía y celebrado en Granada en noviembre de 1985.


Algunos certificados de asistencia a congresos


Así que concerté con Antonio Sánchez, mi antiguo profesor de Geografía Económica, para hacer la tesis sobre La Montaña en Andalucía pero, con tan mala fortuna la mía de que al poco tiempo se marchó a Sevilla para ocupar un alto cargo en el IARA, con lo cual nuestro contacto se fue espaciando hasta desaparecer casi por completo. Así que aquellos saberes adquiridos los plasmé, parcialmente, en una charla sobre la España Vaciada ya en pleno siglo XXI.


Más tarde, en 1986, con mi entrada en el yacimiento de Madinat al-Zahra, hube de redireccionar mi formación, de modo que empecé cursos de doctorado en Arqueología, en los cuales conocí a Pilar León, a la sazón catedrática de dicha materia en la UCO, que -aunque especializada en Roma- me animó a ocuparme de la arqueología urbana hispano-musulmana y se brindó a dirigir mi tesis doctoral sobre este tema. Nueva frustración: ella consiguió la cátedra en la Universidad de Sevilla, se trasladó allí y todo se complicó para mí. De vez en cuando tenía que ir allí para entrevistarnos y consultarle; con la dificultad añadida de que había comenzado mi carrera docente y me encontraba destinado en Constantina, localidad de la Sierra Norte sevillana, con lo que para los encuentros, los fines de semana, tenía que hacer el triángulo Constantina-Sevilla-Córdoba, ciudad esta última en la que seguía teniendo mi residencia familiar, así que otra vez hube de renunciar a tal empresa. Era mi segundo intento de tesis que moría en Sevilla.


Hubo un tercero con mi profesor de Historia Medieval de España, Alfonso Franco, quien se ofreció para dirigirme una tesis sobre las fuentes historiográficas acerca de los Reyes Católicos. Vano intento, porque al poco de empezarla mi profesor obtuvo una cátedra en Cádiz, de modo que tuve que abandonar el proyecto.


En fin, que se puede decir que mis tesis murieron en Sevilla; o, para ser más precisos, en el Bajo Guadalquivir. ¡Kaputt!