Bon Jesu (Braga)
El viaje no comenzó con buen pie dado que con muy pocas horas de antelación
Airbnb canceló hasta dos apartamentos que habíamos
reservado, alegando que habían sufrido “inundaciones”. El 1º de ellos es el mismo en que
estuvimos en Semana Santa. Cancelaciones unilaterales y sin compensación, lo
que da motivo para desconfiar de esta compañía, por otra parte tan criticada en los
últimos meses aunque por otras razones. Al final hubimos de reservar uno en la rua Santa Caterina, muy
céntrico pero que resultó ser una habitación doble con una pequeña cocina y un
minúsculo cuarto de baño que sí que se “inundaba” con el simple aseo o la toma
de una ducha. Y la terraza que anunciaban se trataba de una terraza comunitaria
situada en la 5ª planta (menos mal que tenía ascensor, eso sí, a partir de la
1ª planta pues nos asignaron la 2ª).
Llegamos en la tarde-noche del día 18 de agosto con fresquito. El
día siguiente (19-8-2017) viajamos hasta
Braga, la arzobispal
ciudad de las reliquias (muchas de ellas arrebatadas a lugares cercanos). Hemos
visto un montón de ellas en relicarios de los más diversos tipos. Se considera
la ciudad más clerical de todo Portugal, según dice la tradición: "Braga reza, Oporto trabaja, Coimbra estudia y Lisboa se divierte".
Lo más espectacular en la visita a Braga fue la visita a la iglesia
del “Bon Jesu” (“Bon
Jesu do monte”) y su barroca y extensa
escalinata, plagada de fuentes y figuras alegóricas, alguna de ellas también
paganas (Marte, Eros…?). Subimos en el funicular para después bajar por la
escalinata. Nos trasladamos hasta allí en autobús (3’30 € los 2 billetes). De
su iglesia lo más destacado ha sido su retablo tan escenográficamente barroco:
como dijo mi amigo y acompañante Alberto es una especie de Belén napolitano
pero con figuras grandes enmarcadas en una concavidad remarcada
arquitectónicamente.
Hemos visitado algunas iglesias, la catedral (una mezcla desde su
arranque románico hasta el barroco). También me ha llamado la atención una
sobria plaza, Largo do Paço cuadrada
o rectangular adosada al palacio arzobispal y que recuerda mucho a lo gallego.
Frente a ella hemos retomado fuerzas con una cerveza trasegada en una de sus
terrazas, donde hemos gozado de su frescor y lo apacible e inexistente alboroto
de los paseantes (turistas como nosotros) a diferencia de lo que puede ocurrir
en un escenario similar en España. En la terraza hemos inquirido por un brebaje
que estaba anunciado en una pizarra llamado “Poncha de Madeira", el
camarero nos dicho sus ingredientes y ha defendido sus múltiples virtudes que
lo hacen apto a cualquier hora del día: como aperitivo, digestivo… No obstante,
al sol, las temperaturas han sido más elevadas de lo esperado, hasta el punto
de que, creo recordar, es la primera vez que me he tomado dos botellines de
agua; al inicio y final de la bajada de la soleada escalinata.
A pesar de iglesias, palacios y otros edificios destacados, la
ciudad me ha parecido un tanto anodina, con sus calles y edificios modernos.
Sin embargo, hay que enaltecer sus zonas ajardinadas con bellas flores. También
a destacar su monumental puerta de entrada, engalanada con una especie de
vidriera de colores que parecen ser parte de fiestas que se estén celebrando
porque también hemos escuchado cohetes. A la salida hemos visto una
confitería-heladería en la que se ofrecían unos pasteles llamados “tibias” que
tal vez sean como los españoles “huesos de santo” y estén relacionados con las
susodichas reliquias. En el mismo sitio fotografié un carrito de helados de
época.
El viaje de ida y vuelta nos ha costado baratísimo en el tren de
cercanías (4 € en total por los dos) aunque cada trayecto ha durado 1 hora,
porque va parando (cada 3 o 4 minutos) en cada estación entre Oporto y Braga,
como nos ocurrió en la mayoría de excursiones que hicimos en los días
siguientes.
He vuelto extenuado y doliéndome la cadera izquierda. Espero que
no derive en lumbago o ciática, pero es que han sido muchas las horas en pie,
andando o bajando. Ya en la cama los españoles siguen armando jaleo cantando
“Macarena” en la comercial calle en que se ubica nuestro “apartamento”.
Viñedos desde el puerto fluvial de Pinhao
Pinhao-Tua (3ª jornada, 20-8-2017)
Este día fuimos en tren por la margen derecha del Duero hasta
llegar a la localidad de Pinhao, desde donde nos habían recomendado un paseo en
barco hasta la Foz de Tua y que resultó un tanto decepcionante, a lo que
contribuyó la larga distancia (2 horas de tren por cada trayecto) más otras 2
horas en barco que dio media vuelta en la desembocadura del Tua, afluente del
Duero por su margen derecho. El calor también hizo lo suyo, pues parece que fue
el día más caluroso en esta zona. Lo mitigamos a base de botellines de agua y
polos “Calipo”. Además el tren de vuelta se retrasó 1 hora y terminó en la
estación de Campanha, donde hubimos de coger un metro. En definitiva, llegamos
al apartamento bien pasadas las 22 h. De modo que decidimos cambiar de planes.
Pero el crucero por el Duero también tuvo sus aspectos positivos: el agua
limpia y verde del río , los paisajes de viñedos (al parecer Patrimonio de la
Humanidad), el haber realizado un trayecto tierra-agua que muy pocos conocen,
más la copa de oporto que nos ofrecieron en el barquito, y el grupo de música
popular que actuó a la vuelta en la estación de Pinhao y que venían en un trenecito de época que tal que partía de Régua, donde lo vimos estacionado al pasar por allí. En Pinhao
comimos exquisitamente en un modesto restaurante donde nos sirvieron un bacalao
a la brasa guarnicionado con unas estupendas patatas al horno y brócoli. Fui
incapaz de ingerir aquella inmensa bandeja repleta de cosas ricas.
MÁS FOTOS DE PINHAO:
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Estanción de San Benito (San Bento)
Oporto (4ª jornada)
Después de desayunar, como todos los días, en la histórica y bulliciosa "
Confeitaria do Bolhao", atendidos por la simpática camarera que nos sonreía el llegar y donde fuimos probando distintos pasteles (bolos de arroz, "jesuitas" y "folhados"), e
l cambio de planes supuso suprimir el viaje a Braganza, tomar un
día de asueto en Oporto (descansar, recuperar fuerzas y no tener horarios) y
dejar el viaje a Guimaraes para la jornada siguiente. Dormí sin hora y paseamos
por la ciudad, ya tan conocida para nosotros. Alberto decidió participar en una
visita guiada al edificio de La Bolsa, mientras yo recorría las librerías
nuevas y de viejo en busca del deseado libro avistado en mi viaje anterior Diccionário de arabismos da língua portuguesa que no encontré incluida la FNAC. Aprovechamos esta nueva estancia
en Oporto para volver a comer Tripas en “O Escondidinho”, con el
excelente trato de sus camareros, aunque cometimos el error de olvidar que con
una ración era suficiente para los dos, como hicimos en la anterior ocasión y
resultó excesiva. La factura ascendió a más de 70 €, pero mereció la pena por
su exquisitez y la excelente ginjinha
que debía ser gran reserva pues nos cargaron 6 o 7 € la copa. Este día me sentó muy bien. Dormí
incluso la siesta y tuve tiempo de afeitarme y asearme a fondo.
Por la tarde Alberto (siempre tan generoso) me sorprendió regalándome
el anhelado DICCIONÁRIO DE ARABISMOS DA LÍNGUA PORTUGUESA.
Guimaraes (5ª jornada 22-8-17)
En este día viajamos a Guimaraes
una población relativamente pequeña que es considerada la cuna de la nación
portuguesa. Alberto la recomendaba por su casco histórico (muy bonito) que
recorrimos por la mañana. Tras tomar una cerveza frente a la ya visitada
iglesia y claustro de Santa María de Oliveira (con olivo centenario
sustituido), decidimos comer en un restaurante recomendado por Tripadvisor llamado Hool (Hotel da Oliveira) en una plaza contigua. Contra lo habitual en
estas tierras, los platos eran escuetos aunque su calidad y el trato de sus
jóvenes camareros no deslucían. Después hemos subido las cuestas hasta su palacio y el castillo y entre ambos
la ermita románica de San Miguel que
alberga la pila donde fue bautizado el primer rey de Portugal.
Nos acompañó la suerte y pudimos tomar un tren de vuelta a Oporto
que salía solo unos minutos después, llegando a nuestro destino sobre las
19:30.
MÁS FOTOS DE GUIMARAES:
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Casa modernista en Aveiro
Aveiro (6ª jornada 23-8-17)
Este día viajamos, también en un cercanías (1 hora) a Aveiro, “la Venecia portuguesa”
(tópico) por sus canales, pocos, y sus “góndolas” de enorme tamaño para
albergar muchos viajeros. Se ve que han aumentado su tamaño a juzgar por un
modelo más antiguo que hemos visto en el Museo de Aveiro.
Lamentablemente no hemos podido avistar el mar o las playas porque se hallan a 10 km. debido a que la ría,
por un proceso de evolución geológica, fue cerrando la bahía donde se encuentra
esta localidad.
Recorrimos una calle que en sus inicios se llama rúa Coimbra y en
el segundo tramo y más largo “Héroes de la Gran Guerra”, estaba decorada con
figuras de peces y otras especies marineras confeccionadas en tela o tejido y
colgantes de redes de pesca. Naturalmente me ha recordado a nuestra calle Imágenes. Luego hemos visto
muchas y bellas casas modernistas (Arte Novo), en una de las cuales se encuentra
la Oficina de Turismo y otra cercana que alberga el Museo do Arte Novo de la ciudad que resultó un tanto pobre en su
contenido.
Cuando fuimos a comer (pronto) todos los restaurantes estaban
atestados e incluso con colas, así que después de dar una vuelta por los
canales cercanos decidimos entrar en uno en que había comido mi compañero de
viaje en una ocasión anterior. Era un restaurante popular en el que nos dieron
mesa pero en el que tardaron muchísimo en servirnos. Aunque el precio, la
calidad, abundancia de la comida y la
amabilidad del camarero han hecho merecer la pena. Yo pedí “chanfaina”, porque pensaba que sería
igual que la que tomé en el antiguo Riaño,
cuando nos invitaron dentro de una Jornadas contra la construcción de la presa
que acabó sepultando el viejo pueblo en 1984, pero era solo carnero.
Luego, mientras fumaba
antes de penetrar en el Museo Modernista, me ha abordado un ciclista de
pinta dudosa pidiéndome un cigarrillo que agradeció mucho. Nos ha hablado
en varios idiomas y al decirle que éramos españoles se ha extendido en las
similitudes o hermandad entre españoles y portugueses. Y nos informó de que esa
casa modernista perteneció a una anciana.
Son productos típicos de la ciudad la sal (aunque no hemos
visitado sus salinas) y unos pasteles llamados “Ovos moles” de los cuales hemos comprado una caja de la que yo solo
comí 1 porque estaban rellenos de huevo, como los “Huesos de Santo” o las
“Yemas de Santa Clara”… y no me gustan las yemas.
Afortunadamente volvimos a Oporto pronto, volviendo a tener la
suerte de tomar el tren que salía tan solo 15 minutos después de nuestra
arribada a la estación (17 horas). Y es
que lo prefería así para llegar con tiempo de relax y disfrutar en la noche de “O Lusitano”, que parece que abre a
partir de los miércoles. Lo pasamos bien allí, distendidos, con buena música y
conversación.
MÁS FOTOS DE AVEIRO: AQUÍ
Casa da Música
Oporto-Coimbra (7ª jornada, 24-8-17)
Como el tren que nos trasladaría hasta Coimbra, nuestra nueva
residencia, salía sobre las 15 horas, aprovechamos la mañana para asistir a una
visita guiada en inglés a la “Casa da Música” construida por el arquitecto
Rem Koolhaas, de triste recuerdo en
Córdoba por su frustrado proyecto de “Palacio de Congresos”.
Me gustó mucho el edificio, su idea (un meteorito), la
funcionalidad (como los vidrios ondulados), la investigación con nuevos
materiales o el aprovechamiento de espacios (todos muy geométricos), sin perder
de vista el gusto estético.
Luego nos dirigimos al cercano
“Mercado del Bon Suceso” (que
funciona como el “Mercado Victoria” en Córdoba) pero de diseño moderno y
construido “ad hoc”. Después volvimos
al hotel donde habíamos dejado las maletas y nos encaminamos a la estación de
Campanha desde la que partía nuestro tren hacia Coimbra, de cuya estación casi
nos pasamos porque el viaje duró menos de lo previsto y yo estaba dormido.
El nuevo apartamento no tiene parangón con el cuchitril anterior:
2 dormitorios, un baño, un aseo, un gran y confortable salón y terraza
exclusiva en un jardín con un toque zen, con un único, espigado y florido árbol
(que después de nuestra visita al Botánico nos enteramos de que se trataba del “Árbol de Júpiter”) y excelentes vistas a la parte nueva de la
ciudad. Todo parecía nuevo, funcional y de muy buen gusto. Y la chica que nos
atendió fue insuperable. Un relax.
Entrada a a la Universidad de Coimbra
Coimbra (8ª jornada 25-8-17)
Hemos estado moviéndonos por la ciudad. Obviando el cercano Jardín Botánico, hemos seguido la línea
del antiguo acueducto romano hasta llegar al corazón de la Universidad, en donde
hemos visitado su antigua Biblioteca (¿salió también en una película de Harry
Potter?), la capilla, el Aula Magna y
sus vistas sobre el río Mondego. Tras
visitar el oscuro Museo de Ciencias,
interesante pero con baja iluminación y un tanto descuidado, a pesar de su agradable portero y otro personal subalterno que nos atendió magníficamente.
En busca de un lugar donde tomar una cerveza, al poco encontramos
una terracilla frente a uno de los
ábsides de la Catedral (o Sé) Vieja,
tras lo cual nos dirigimos en busca de un restaurante que encontramos pronto: “O trovador”.
Allí un grupo familiar que parecía chino nos entretuvo con su niño. En cuanto a
la comida hemos seguido la recomendación de sus adustos camareros, por lo que
hemos pedido cochinillo. Allí me ha llamado la atención algo que ya había visto
en otro restaurante portugués de no sé qué ciudad que habíamos visitado: una
taza o cuenco para picar o mojar aceite, junto a la típica mantequilla y, en este
caso, paté de sardinas y un platito de “olivas” que me han recordado a los
amigos Inma Criado y José Luis Reyes, por su afición al aceite.
Luego hemos bajado para encontrar la Oficina de Turismo donde un joven
muy amable nos ha indicado cómo llegar hasta el yacimiento arqueológico de Conimbriga e incluso hasta Batalha. A la vuelta hemos visitado la
Catedral (Sé) Vieja y su claustro. Tras lo cual yo, agotado (eran más de las 17
horas) he optado por retirarme y hemos llegado a nuestro apartamento pasadas las 18
h. Es verdad que hemos dejado atrás muchas cosas, pero ¡Todo no puede ser!
Como también hubimos de desechar la excursión al bosque (o jardines) de Buçaco, en gran parte debido a los aterradores incendios que sufría Portugal en esos momentos y, en este caso, cuando nos enteramos de que el gran hotel neomanuelino había sido desalojado ante la amenaza de que las llamas diesen buena cuenta de sus ocupantes.
Casa de las Fuentes (Conimbriga)
Coimbra 2 (Conimbriga)
26-8-2017
Hoy hemos comenzado la jornada dirigiéndonos al impresionante
yacimiento de Conimbriga, la Coimbra
romana, que dista unos 10 km. del núcleo urbano. Hemos optado por un taxi para
evitar horarios de autobuses especiales. Acordamos con el taxista abonarle 30 €
incluida una espera de 1 hora, pero nos hemos demorado ante lo impresionante del
yacimiento y su museo. Al final hemos permanecido allí casi dos horas y el
taxista (que dormitaba cuando volvimos) nos ha cobrado 52 €, con llegada al Monasterio de Santa Clara la Nueva.
Tras tomar una cerveza, hemos visitado el monumento acompañados por un guía en
su parte de clausura. El claustro, barroco, me ha resultado muy potente por su
arquitectura. Luego hemos bajado hacia el monasterio viejo (Santa Clara la Vieja), pero antes de
penetrar en él hemos comido en un cercano restaurante en el que yo me he despachado
un enorme plato de almejas gigantes (el único plato que he sido capaz de
comerme completamente en este viaje), mientras Alberto se ha decantado por una especialidad de la casa llamado “Bacalhau ao Convento” que no ha podido
terminar y del que yo me he aprovechado de su guarnición de patatas fritas al
estilo de mi abuela.
Después hemos acudido al monasterio viejo: Santa Clara la Vieja, que fue abandonado por las crecidas del río Mondego a fines del siglo XVII y
trasladado más arriba, a salvo de las inundaciones del río. Hemos visitado su
centro de interpretación, donde además hemos visitando un vídeo sobre su origen, evolución y la vida de la reina Santa Isabel. Tras volver al
apartamento en taxi, para evitar calor y cuestas, hemos pasado la tarde
relajados y frescos en la terraza de nuestro apartamento.
MÁS FOTOS DE CONIMBRIGA:
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Fuente central del Jardín Botánico de Coimbra
Coimbra 3 (27-8-17)
Para hoy no teníamos claro si viajar al monasterio de Batalha o quedarnos aquí visitando sitios interesantes como el
Jardín Botánico ubicado cerca de nuestro apartamento y el Museo Machado de Castro
y su criptopórtico romano. Al final, después de lo cansado que llegué el día anterior y teniendo en cuenta que a
Alberto le daba igual porque ya había visto el mencionado convento, decidimos
quedarnos aquí y de paso evitar otro desplazamiento de 60 km. más los tiempos de
espera ¡Otra vez será!
De modo que hemos comenzado por el Jardín Botánico, que en realidad funciona como parque público que
cierra a la caída de la tarde. Había árboles rotulados con sus nombres en
portugués y el científico. El Jardín es
bello, con una fuente central y escalinatas con arcos en sus accesos. Me ha
llamado la atención un tipo de eucalipto de corteza lisa y casi blanca y ramas
que caen hacia abajo, como los sauces llorones y un tipo de araucaria
australiana con las hojas muy grandes. Había otras variedades de eucalipto, así
como ginkgos, adelfas muy altas, palmeras, tilos y un arce de escaso porte
cuyas hojitas (pequeñas) parecían de cannabis… Ha resultado un plácido e
instructivo paseo. Los invernaderos y un amplio sector del jardín estaban
cerrados al público. Entre los árboles y plantas se exhibían grandes fotos
cedidas por gente de diferentes épocas; fotos familiares de personas que se
retrataron allí.
Luego nos dirigimos al museo donde estuvimos hasta las 14 horas.
Comenzamos la visita por el criptopórtico, para seguir por los restos del
claustro de la iglesia de San Juan que se integran en el museo. De ellos
destacan las terracotas de la Santa Cena, además de joyas y colecciones
orientales. Pocas cosas pero muy bien musealizadas.
A la salida cerveza en la misma terracita de dos días antes frente
al ábside de la Catedral (Sé) Vieja. Tras lo cual nos hemos dirigido al
restaurante de esta zona en el que comimos la otra vez (O Trovatore) pero
estaba cerrado por ser domingo, de modo que nos encaminamos a la zona del Hotel
Astoria, de cuyos restaurantes teníamos buenas referencias. Al final hemos
entrado en uno, A Cozinha da Maria, no muy grande y lleno solo a la mitad. A pesar de la hora (casi
las 3 de la tarde), nos han admitido, pero
cuando hemos pedido el plato (yo quería pez espada al grill) nos han dicho que
se había terminado pero que nos recomendaban el mero, cosa que hemos aceptado y
de lo que no nos hemos arrepentido a pesar de que nos advirtieron que tardaría
entre 20 y 25 minutos en estar listo, y nos sugirieron, mientras tanto, tomar
queso o chorizo (casi longaniza) por el que finalmente optamos. Al pedir la
bebida (vinho verde) el camarero
nos advirtió que era mejor pedir una botella si pensábamos tomar una 2ª copa.
Siguiendo su sugerencia hemos pedido botella que nos sirvió con esos artefactos
nuevos que la envuelven y la mantienen fría.
El resto del tiempo tras la comida lo dedicamos a comprar regalos.
Cumplido nuestro propósito, volvimos al apartamento y su relax. Al día
siguiente nos esperaba el regreso a España.
MÁS FOTOS DE COIMBRA:
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El retorno
(accidentado). (28-8-17)
Volvimos a desayunar al cercano bar Abilio y luego subimos hasta
el mirador de Penedo do Castro desde el que las vistas
no eran mejores que desde nuestro apartamento. Recogimos las maletas y nos
encaminamos a la estación nueva. Allí vimos que nuestro tren venía con casi 1
hora de retraso. Afortunadamente, como llegamos con antelación, pudimos cambiar
el billete para otro “comboio” que llegaba antes y además
nos devolvieron dinero (se ve que era de menos categoría). Llegados a la
estación de Oporto nos trasladamos a su aeropuerto en el tren de cercanías.
Teníamos tiempo de sobra y comimos un bocadillo y algún pastel de fina hoja
(también con huevo!). Hubimos de pagar una cantidad de dinero extra para facturar las maletas, cosa no prevista, para
nuestro pequeño avión de IBERIA, que
salió puntualmente. Llegamos a Madrid y lloviznaba. Y ahí empezó nuestra
odisea, al ir a recoger las maletas. En la cinta estuvimos casi media hora
esperando y no aparecía ninguna, aunque la pantalla de esa cinta indicaba que
se correspondía con nuestro vuelo. Desesperados, decidimos pasar a la acción:
Alberto se quedó vigilando la cinta y yo me fui a la sección de reclamaciones,
donde me encontré con una enorme cola de personas con similares problemas. Concretamente
la familia que estaba delante de mí se quejó de que una maleta venía
completamente vacía. Tras una hora en la cola por fin nos llegó el turno; la
amable encargada que nos atendió nos informó de que las maletas se habían
quedado en Oporto por falta de espacio en la bodega de la aeronave (y creemos
que esto se debe a los numerosos “equipajes de mano” *). Nos instó a poner una
reclamación y nos dijo que llegarían al día siguiente sin precisar la hora
(mañana o noche) y que si no podíamos recogerlas allí nos las enviarían
prontamente a nuestro domicilio. Pusimos la reclamación pero con tanta demora
perdíamos el tren reservado a Córdoba, el último. Entretanto llamé al servicio
de atención al cliente de RENFE
explicando el problema y solicitando el cambio de billetes para el día
siguiente. La señorita que atendió la llamada me insistía en que el cambio de
billete solo podía hacerlo en la estación y antes de que saliese nuestro tren,
cuando el problema era precisamente ese: que ya no nos daba tiempo a desplazarnos
desde Barajas a Atocha para coger el tren. Me colgó porque había rebasado los 9
minutos con mi llamada y que ella no podía hacer nada. De modo que hubimos de
buscar un hotel para pasar la noche en Madrid (otro gasto añadido). Alberto
concertó uno conocido en la calle Atocha y muy cercano a la estación. Y muy de
mañana se dirigió a sacar los billetes para el primer tren a Córdoba. Mientras
tanto no paraba de recibir mensajes de IBERIA de que las maletas estaban
localizadas y estaban en trámites de hacernoslas llegar. Imposible contactar
con una persona en la web de reclamaciones: todo eran mensajes o anuncios
automáticos de que nuestro problema estaba en vías de “solución” y recibiríamos
las maletas en breve. Pasado un tiempo prudencial (2 días) sin que se produjera
la llegada de las maletas, Alberto se decidió a viajar a Madrid y por fin
recuperarlas (tiempo y dinero gastado). ¡Menos mal que al menos llegaron
intactas! Pero el sofocón fue impresionante.
* El “equipaje de mano”
es una auténtica plaga y perjudica claramente a los que facturamos el equipaje
(y pagamos por ello): retrasa la salida del vuelo y la recogida de maletas al
resto de pasajeros porque tienen prioridad y, como ha sido el caso, ocasionan una
enormidad de trastornos. Naturalmente hemos puesto una reclamación para que nos
abonen la noche de hotel en Madrid y la pérdida de los billetes de tren. Ya
hemos mandado toda la documentación necesaria. Ahora a ver si la pagan, cuanto
y cuando… En fin, ineptitud, chapucería, falta de responsabilidad, porque
¡Habrá algún responsable de este desaguisado! Y debería pagar las consecuencias
¿No?
PD: En casi todos los museos y monumentos que hemos visitado nos han preguntado amablemente si éramos mayores de 65 años, para aplicarnos la tarifa reducida. Una deferencia sin duda, que nosotros hemos negado a tenor de la verdad. Pero que de algún modo nos ha preocupado porque no creíamos tener aspecto de esos años.