3.3.23

Actividad político-social 1976-1985 (Inciso autobiografía 9)


Conferencia Confederal, Barcelona 1980


Corría el año 1976 y el rey Juan Carlos I confirmó a Carlos Arias Navarro (“El carnicero de Málaga”) como presidente del gobierno. Éste, encargado por el monarca, inició una  tímida reforma política con el llamado “Espíritu del 12 de febrero” por el que se autorizaron asociaciones políticas, que no partidos o sindicatos históricos, los cuales permanecían en la clandestinidad, aunque algunos tolerados como el PSOE, si bien continuaba oficialmente proscrito. 


En ese año me afilié a las Juventudes Socialistas, la UGT y el PSOE. La Casa del Pueblo,  aunque no con ese nombre, se encontraba en la calle Juan de Mena y era la sede del partido y el sindicato, mientras que las Juventudes tenían la suya en un edificio en Las Tendillas esquina a las calles Málaga y Jesús María de Córdoba. En tal sede acudía a las asambleas en las cuales conocí a otros jóvenes algunos de los cuales se acabarían convirtiendo en políticos cordobeses, como José Miguel Salinas.


Mediado el año el monarca destituyó a Arias Navarro y lo sustituyó por Adolfo Suárez, el cual profundizó en las reformas políticas que culminaron al año siguiente (1977) con la legalización de partidos y sindicatos; en este sentido fue especialmente espinosa la legalización del PCE en la Semana Santa de ese año, seguida de la legalización de otros partidos y sindicatos más a la izquierda, como la anarquista CNT.


Tras ello Suárez convocó en junio las primeras elecciones democráticas desde la II República. Las Juventudes Socialistas participamos en la campaña electoral pegando carteles del candidato socialista -un joven Felipe González- montando mesas propagandísticas por las calles en las que se vendían chapas y otros pequeños objetos con el nuevo emblema del partido tomado del Partido socialista francés: el puño y la rosa. En tales actividades propagandísticas teníamos mucho miedo, pues operaban con total impunidad comandos falangistas y del partido Fuerza Nueva, recién creado por Blas Piñar, miembro de lo que entonces se llamaba “El búnker”, es decir, los fascistas y franquistas más recalcitrantes opuestos a cualquier tipo de reformas políticas. Temíamos que desmantelaran nuestras mesas propagandísticas con violencia y ataques físicos. Los peores momentos se producían de noche cuando salíamos a pegar carteles electorales. En una ocasión un amigo y yo lo estábamos haciendo en los muros de la fábrica de Baldomero Moreno, entre el barrio de Valdeolleros y la Fuente de la Salud. Íbamos en su coche con los carteles, el cubo de agua para la cola de pegar y escobillas para hacerlo, pero también un palo en prevención de ataques de la ultraderecha que ya se habían producido días antes. En un momento dado percibimos que un coche merodeaba alrededor y acabó aparcando a cierta distancia de nosotros. Inmediatamente acudimos a nuestro coche y sacamos el palo defensivo del maletero y a punto estuvimos de destrozar el parabrisas del suyo antes de que se bajasen, pero salieron tranquilizándonos y afirmando que también eran socialistas y que estaban patrullando para vigilar que los que estábamos pegando carteles no fuésemos agredidos. Era junio de 1977.


En julio de ese año me incorporé al servicio militar; tenía veinte años y al llegar como recluta al campamento militar de Cerro Muriano me di cuenta que llevaba un estuche de cerillas con las siglas y el logo del PSOE; me deshice de él rápidamente arrojándolo a las letrinas. Y es que en esos tiempos no estaba permitido que los soldados llevasen propaganda política o sindical. De todas formas en ese momento el PSOE empezaba a apestar, cosa que los jóvenes percibíamos, con la afluencia al partido de dinero extranjero -marcos alemanes- del que disfrutaban los gerifaltes del ya legalizado partido, celebrando festejos y comilonas a los que no invitaban a las Juventudes Socialistas, que eran las que se batían en las calles y también actuando como claque en los mítines, como el primero celebrado en la plaza de toros de Córdoba con Felipe González como principal protagonista. Esta claque esta perfectamente distribuida por grupos en las gradas para arrancar aplausos en momentos determinados. Así que la mayoría de los jóvenes acabamos decepcionados. De modo que cuando acabé la  “mili”, en 1979, me afilié a la CNT, que, a pesar de estar legalizada, sufrió ataques mediáticos y policiales tanto desde la derecha como de la propia izquierda. Y es que el primer mitin libertario se celebró en 1977 en San Sebastián de los Reyes con unos 30.000 asistentes, y después con el más masivo el mitin de Montjuich (150.000 personas) cosas que alarmaron tanto a la derecha como a la izquierda institucionales.


En 1978 se produjo en Barcelona el llamado “Caso Scala”: durante una manifestación anarquista resultó incendiada dicha sala de fiestas con algunas víctimas. El resultado fue una nueva criminalización del anarcosindicalismo sin pruebas, para cortar su revitalización. Al respecto hay que subrayar que la CNT ha sido la organización obrera con más afiliados en España (1.400.000) durante la II República; sin subvenciones del Estado, financiada solo por las cuotas de sus miembros y negándose a las elecciones sindicales y sus ventajas.


En 1979 se celebró el V Congreso confederal, el primero desde 1936, durante la República. En él surgieron discrepancias entre quienes querían mantener el ideario cenetista y los partidarios de la reforma o revisión de ellos. Estos últimos fueron conocidos como “La escisión”, luego fundadores de la CGT española; eran numerosos pero minoritarios, y crearon muchos problemas a la CNT tratando  de hacerse con las siglas históricas. El proceso fue largo, de varios años y no es de extrañar que el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra estuvieran detrás de este intento de fracturación del movimiento libertario. Ellos ya tenían experiencia en este tipo de manejos desde su Congreso de Suresnes de 1974, en el que arrebataron las siglas del PSOE histórico a los viejos militantes exiliados . Dentro de este grave proceso de división, en 1980 se celebró en Barcelona una Conferencia de sindicatos cenetistas, para intentar resolver el conflicto entre las dos tendencias (Ver foto al principio). A ella podían acudir las distintas federaciones locales, sindicatos o militantes a título personal, como fue mi caso. Allí coincidí con dos futuros secretarios generales de la CNT: Antonio Pérez y José Luis García Rúa. La Conferencia se reafirmó en sus principios mayoritariamente y los reformistas quedaron muy mermados. Pero no acabaron ahí los problemas. Y el prolongado proceso debilitó nuevamente a la CNT y al Movimiento libertario, pues produjo enfrentamientos entre sindicatos locales, federaciones locales e incluso entre amigos.


Tras el fallo judicial las siglas de la organización anarcosindicalista se adjudicaron a la CNT histórica, con lo que los renovadores quedaron despojados de ellas, con las que hasta entonces  seguían operando, y hubieron de fundar la CGT española, con bandera rojinegra pero con un nuevo logo. Naturalmente se presentaron a las siguientes elecciones sindicales en las que obtuvieron cierto éxito, así como subvenciones del estado y liberados sindicales, algo opuesto a la “acción directa”* defendida desde siempre por el anarcosindicalismo español encarnado en la CNT.


En 1979 se convocaron las primeras elecciones municipales democráticas tras la Dictadura. En Córdoba capital  el PCE fue el más votado, por lo que su cabeza de lista, Julio Anguita, se convirtió en el único alcalde comunista de una capital de provincia. Previamenta e esas elecciones municipales, ese mismo año, la CNT montó caseta en la Feria de Córdoba, con tan mala fortuna -o quizás mala intención- de situarla justo enfrente de la caseta militar. Por entonces todavía la feria se celebraba en el Paseo de la Victoria. En fin, las canciones y proclamas que lanzaban los altavoces cenetista irritaron a los militares de enfrente que la denunciaron. La caseta, masivamente  visitada, fue clausurada y el joven (Eugenio) a cargo de la megafonía, fue procesado y condenado a dos años de prisión que cumplió íntegra. El cargo fue “injurias al Ejército”. Por entonces yo era secretario de Jurídica y Pro-presos y lanzamos un panfleto denunciando el caso y la injusticia perpetrada. Entonces me ocurrió un hecho extraño: mi ciclomotor, con el que acudía a trabajar y que aparcaba al pie del edificio de oficinas donde me encontraba empleado, desapareció. Denuncié el hecho a la policía y al día siguiente apareció misteriosamente en el lugar donde lo había dejado. La policía me dijo que el supuesto ladrón lo había escondido en un solar cercano y que allí lo recuperaron…


Tras el llamado “Ruido de sables” (los militares contrarios a las reformas democráticas) que tuvo como primera manifestación la llamada “Operación Galaxia”, en diciembre de 1980 recibimos una notificación del Comité Confederal de la CNT en la que se nos advertía de que desde ese momento, y en un plazo de tres meses, se iba a producir un golpe de estado, y que dado el caso, debíamos adoptar una estructura de clandestinidad: ni reuniones, ni llamadas telefónicas entre los miembros del sindicato. Además de un sobre cerrado que solo debíamos abrir si el previsto golpe de estado tenía éxito. En él habría instrucciones y un único contacto que no se debía publicitar entre nosotros y a través del cual recibir información e indicaciones.  Afortunadamente el golpe de Tejero fracasó.


En el momento en que  se produjo el intento de golpe de estado yo estaba en la Facultad de Filosofía y Letras, asistiendo a una clase de Literatura con Carlos Clementson y entonces el conserje, muy alterado, aporreó la puerta del aula, la abrió y gritó que había tiros en el Congreso de los Diputados. Todos salimos disparados hacia nuestras casas. En el trayecto hacia la mía hube de pasar por la plaza de Las Tendillas y allí, bajo el reloj, se concentraban jóvenes falangistas y de Fuerza Nueva uniformados. Los evité bajando la mirada pues mi barba y melena me podía delatar como sospechoso. Seguí mi camino a casa y casualmente en la calle Alfonso XIII me crucé con Antonio Pérez, a la sazón Secretario General de la CNT de Córdoba, que iba en su coche, un “Dos Caballos”. Se paró un momento y me recomendó que permaneciese en casa y escuchase Radio París, por entonces una de las emisoras que contaba lo que ocurría en España.



Una vez dirimido judicialmente el pleito con los escicionistas, la CNT ejerció plenamente sus derechos; entre ellos recuperar los llamados “Archivos de Amsterdam”, enviados para su custodia en la capital holandesa durante la guerra y posterior dictadura los cuales hoy custodia la “Fundación Anselmo Lorenzo” (FAL), aunque con copias en otras instituciones dedicadas a archivos históricos. Estos archivos comprenden toda la documentación acumulada por la CNT en la Guerra civil y la subsiguiente clandestinidad  y  constituyen una importantísima fuente de información histórica no solo sobre el movimiento libertario en España y la guerra.


También el fallo judicial permitió recuperar parte del llamado “Patrimonio histórico” puesto que la CNT poseyó miles de locales y sedes por todo el territorio del estado español. Dicha “restitución” ascendió a 276 millones de pesetas, una minucia comparada con los que recibieron el PSOE, la UGT e incluso CC.OO., organización que no existía durante la Guerra civil.


Entretanto la CNT de Córdoba tenía su sede de alquiler en la calle Don Lope de Sosa (Ciudad Jardín). Fue gracias a las gestiones de José Lozano -un viejo y activo cenetista- como conseguimos comprar una pequeña  y antigua casa en la calle San Fernando (popularmente conocida como calle De la Feria), que fue rehabilitada con el trabajo de la militancia. Por fin teníamos una sede propia. Años después, con la parca devolución del patrimonio, se pudo adquirir un local más amplio y adaptado frente a la Facultad de Derecho.


Mientras, en lo personal, algunos cenetista, en ese momento en paro, decidimos crear una librería de orientación libertaria a la que llamamos “Arcadia” y que ubicamos en la plaza del Moreno, cerca de la Torre de la Malmuerta. Era el año 1982 y no nos fue muy bien, así que la trasladamos al Sector Sur, en la calle Jaén muy cerca de la Escuela Normal (Magisterio) y dedicarla a pedagogía sin abandonar el fondo anarquista. Allí se vendía libros libros inencontrables en otras librerías y se convirtió en un punto de encuentro de libertarios y miembros de la izquierda alternativa. Eso fue grato aunque no rentable, por lo que hubimos de cerrarla años después. Y es que las librerías siguen siendo mal negocio en Córdoba.



Publicidad de la exposición de la CNT en la Diputación Provincial. Diario CORDOBA.


Ya en 1985 La CNT montó una exposición itinerante que llegó a Córdoba y se mostró en su Diputación. Fue bien acogida. Otros compañeros y yo hicimos de intermediarios para que se pudiese llevar a cabo. Así que recabamos el apoyo de la Facultad de Filosofía y Letras y otras instituciones que dieron su aprobación. Creo que fue la primera vez que en un evento público se reivindicó la hoy llamada “Memoria democrática”.



* Este artículo ha sido publicado previamente bajo el título "Un joven en la Transición española" en el número 2 de la revista LA CARLOTA. Memoria frente a Olvido, publicada a finales de 2022 por la ASOCIACIÓN FORO POR LA MEMORIA DEMOCRÁTICA.



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