13.4.13

José Luis Sampedro



Aunque, como opina mi amigo Jerónimo, no me gustan las necrológicas, no puedo dejar de hablar de un personaje que me ha marcado. Tuve conocimiento de José Luis Sampedro a primeros de los años 80 gracias a mi profesor de Geografía Económica, Antonio Sánchez, y también a la librería Arcadia, una librería libertaria fundada por unos amigos y yo que pretendíamos fuese un revulsivo en esta anquilosada ciudad (amén de un sostén económico porque nos hallábamos en paro por la crisis de esos años). Se trataba de una obra muy gráfica y didáctica publicada por la excelente editorial PENTHALON y  titulada El mercado y nosotros.

Luego me interesé y leí artículos suyos en diarios y revistas. Y finalmente pasé a su faceta literaria. Ni mucho menos la he leído entera (me falta, por ejemplo, el valorado Octubre, Octubre…) Y es que son tantas las cosas buenas que me gustaría leer que me faltan vidas o reencarnaciones para hacerlo. Sobre todo ahora que recibimos tanta basura gracias a las nuevas tecnológicas.

Me encantó La vieja sirena; me dejó un tanto pasmado El amante lesbiano y me volvió a encandilar La sonrisa etrusca. La vieja sirena es una novela “histórica” pletórica de vitalismo y magia, algo casi inimaginable en un hombre de la edad del autor cuando la escribió. El amante lesbiano se adentra en un mundo onírico que, según mi humilde opinión, no acaba de cuadrar a pesar de sus sugestivas situaciones e  imágenes, poco aptas para los bolcheviques y machistas que ahora reivindican su figura y obra. En La sonrisa etrusca (lo último que leí de él) volví a recuperar su imagen de gran escritor y humanista.

Creo recordar que en una entrevista o reportaje sobre Sampedro que emitieron o publicaron en algún periódico/ revista (o cadena de televisión), decía que escribía siempre de pie sobre un atril, empezando a primera hora de la mañana. Por lo que veo, tras la noticia de su muerte, últimamente usaba  un sillón, lo cual no cuenta ni mucho menos como demérito; sino que supo aceptar con dignidad los dictados de la edad. Una edad a la que me gustaría llegar con la misma vitalidad e integridad ética que él.

2 comentarios:

José Manuel Fuerte dijo...

Bonito homenaje a un gran pensador como Sampedro. Él supo ser él y nadie se lo puede adueñar, pese a quien pese. Nos queda su obra que, como bien dices, no disponemos de reencarnaciones suficientes para poder disfrutar; de las suyas y de otros. Es lo que tienen algunos seres humanos, que superan límites de tiempo y de espacio. Demasiado para los demás.
Un abrazo, Rafael.

Rafael Jiménez dijo...

Gracias, amigo José Manuel; también yo, como tú, tengo como principal lamento el tiempo: la cantidad de cosas estupendas de las que podríamos disfrutar si la vida fuese más larga. Y eso que no nos podemos quejar mucho porque la esperanza media de vida en nuestro país en el último siglo ha aumentado considerablemente.

Por otra parte, en la entrada se me ha olvidado mencionar una obra de Sampedro que me encantó, e incluso también en película: El río que nos lleva.

En fin, lamento que hoy no hayas podido ir a la excursión de Écija porque verdaderamente es una ciudad que merece la pena. Y más guiada por una persona como la que ha buscado Óscar. Espero poder coincidir pronto contigo en algún encuentro o excursión.

Saludos.