14.5.23

NOVATO EN LA ENSEÑANZA (Autobiografía 15)

 

Monumento a Carlos III


Comencé mi carrera docente en el otoño de 1988. El primer destino fue La Carlota. Era el año de las “prácticas” que necesitaba aprobar para convertirme en funcionario de pleno derecho. Pero el centro de La Carlota, en aquellos momentos, era una Extensión del Instituto de Bachillerato  Francisco de los Ríos de Fernán Núñez y aún no contaba con edificio propio, así que compartíamos las instalaciones del Instituto de Formación Profesional, complementadas por algunas aulas del cercano Colegio Carlos III y tres “caracolas” o aulas prefabricadas en el patio de recreo, construidas específicamente para albergar a los nuevos estudiantes de Bachillerato. No había sala de profesores y el espacio de servicios se limitaba a una amplia habitación donde residían, amalgamados y agolpados, la dirección, la jefatura de estudios, la secretaría, la conserjería y una pequeña habitación para la radio escolar. Un lugar inhóspito e inhabitable. 


Fuimos muchos los profesores jóvenes que nos incorporamos al recién creado “Centro”: Juani (Inglés), Rafael Alba (Matemáticas) y otros. Los funcionarios no docentes (la administrativa y la conserje) de colmillos retorcidos, nos dejaron claro desde el primer momento que no estaban allí para hacer fotocopias ni para escribir a máquina exámenes o cualquier otro tipo de documento. A pesar de todo nos llevamos bien e incluso compartíamos coche para desplazarnos desde Córdoba y volver, ya que casi la totalidad de los componentes de la plantilla residíamos en la capital. Yo ponía mi Renault 4 latas (4-L) de segunda mano, comprado a medias con mi pareja el año anterior.


Mi único inconveniente real en aquel primer año fue el que mi tutor de prácticas (El Jefe de Departamento) se encontraba en el instituto de Fernán Núñez (a 30 km.) y tenía que acudir allí para que supervisara mi trabajo. No tuve ningún problema; todo fue como la seda. Al igual que con el inspector  (Eisman), que era el que podía concederme el aprobado. En fin, a fines de verano de 1989 vi mi nombre publicado en el BOE como funcionario de carrera del Estado.


En cuanto al alumnado de Bachillerato, fenomenal. La mayoría constituida por alumnos de 1º de Bachillerato (3 grupos) y un grupo de 2º. Todos excelentes y con los que hice buenas migas por su educación, respeto, receptividad e incluso cariño. Nada que ver con el grupo de Formación Profesional al que me tocó impartir  CC. Sociales durante 4 horas semanales (1 hora más que al bachillerato!)  incluida la última hora del viernes, hora mortal para cualquier docente, sobre todo con alumnos refractarios como eran aquellos. Y además con un pésimo libro de texto muy “moderno”, que no tenía texto, solo preguntas extensas que el alumnado, apoyado en textos o material gráfico incluidos en el volumen debía contestar y así lograr el “autoconocimiento”. Era un libro impuesto que, según la ley, no se podía cambiar hasta el curso siguiente por estúpidas directivas de las autoridades. Libro en absoluto adecuado para este tipo de alumnado. Y es que, además, en ese grupo había varios alumnos disruptivos, lo cual comprendo porque lo único que les interesaba era sacarse el título de electricistas y la Historia o la Geografía  les importaba un pimiento. Me consta que a los demás profesores también trataron de reventarles las clases  humillando a sus noveles docentes, es decir, les pasaba lo mismo que a mí: me humillaron, o lo intentaron, varias veces. La peor fue en una ocasión en que, al entrar en el aula, dos alumnas piadosas me advirtieron: “Profesor, no se siente en la silla”; les pregunté el porqué y me dijeron que algunos había puesto chinchetas en el asiento; miré y efectivamente así era. Se lo agradecí, porque ellas también se arriesgaban a ser consideradas “chivatas”. Igualmente me sentía humillado, aunque indirectamente, cuando algunos alumnos buenos del grupo, me decían: “Profesor, expúlselos”, cosa a la me negaba por razones ideológicas, pero que ponía en evidencia mi falta de auctoritas . Años después me encontré, por azar, con el líder de los gamberros, entonces  regentaba un bar en El Arrecife. Me pidió disculpas por el pasado, al igual que otra alumna  del grupo (de apellido Galiot) que lo hizo mediante  correspondencia postal. 





No hay comentarios: