4.1.22

Memorias de un niño probe (Autobiografía I)



Nací en el año 1957 en la casa nº 1 (hoy 3) de la calle Muro de la Misericordia, en el barrio de Santa Marina. Era el primogénito y luego me siguieron 3 hermanos. La casa era una casa de vecinos en la que vivíamos cuatro familias: Tránsito y su marido Pepe (ferroviario jubilado),  Maruja y su marido (los caseros) en el piso superior y Pepa y nosotros en la planta de abajo con un extenso patio al que daban todas las habitaciones, además de albergar el retrete y una minúscula cocina. Allí mi familia era una familia extensa, conforme a la época: mi abuela materna (Paca), mis tíos paternos solteros sempiternos (Rafalita y Peperrete, que fueron mis padrinos), mis padres (Juanele y Carmen, que no Mari Carmen) y la prole: mis hermanos Pepe y Juani (Juan Manuel) y mi hermana Mari Carmen (esta vez sí con el María por delante) y yo. Todos nacimos en la casa y aún recuerdo el día que nació mi hermana, que además era la benjamina y vino unos años rezagada, porque los hermanos nacimos consecutivamente un año tras otro. 


Allí nos bañábamos en una baño de cinc que las mujeres de la familia calentaban con ollas de agua. Recuerdo esos domingos en que mientras nos aseábamos sonaba la retransmisión radiofónica  de fútbol por la tarde (no teníamos televisión, era cosa de ricos en aquellos años). En verano la cosa era más fácil y divertida: se ponía el baño en el patio con agua a calentar al sol durante el día y por la tarde a disfrutar del agua, tanto del barreño como bienvenidas duchas o cubetazos de agua. El patio estaba habitado por una tortuga y alguna rana que respetábamos cuidadosamente. Y es que nuestra familia nos inculcó siempre el amor por la naturaleza a pesar de su vida humilde. Siempre que íbamos de perol al arroyo Pedroche, al Cañito Bazán (hoy más o menos El Patriarca o La Arruzafa) o cualquier otro sitio, se cuidaba de apagar la candela y de recoger los restos de comida para que todo quedase “tal y como lo encontramos”. Mi padre, que le gustaba mucho el campo, salía a coger espárragos (tenía una vista muy fina de la que yo jamás disfruté) y setas, y me enseñó que no se debían arrancar los espárragos sino cortarlos, al igual que las setas (níscalos) porque así volverían a brotar en la temporada siguiente.


En los aledaños de aquella nuestra casa había más casas de vecinos y más niños, con los que jugábamos tanto en la calle como en los espaciosos patios. La casa de enfrente albergaba el obrador de Emilio, que hacía barquillos para los helados, y algo de sobras y recortes trincábamos. La casa tenía dos patios, uno a la entrada, empedrado, con plantas de sombra y el segundo, más interior, donde estaba el obrador. Esa casa asolada, se convirtió en una casa familiar edificada de nuevo para unos constructores cordobeses entonces potentes; hoy sigue así aunque con las puertas cerradas a cal y canto. De aquellos amigos recuerdo a Andrea, que vivía en el Horno de la Palma, y un chico que aparecía de vez en cuando, porque iba a visitar a su abuela en la calle Vera; y fantaseaba con un tal Enrique, tal vez el mismo, o tal vez relacionado con la cercana OJE, al que tenía por mi protector. Y sí, es que me afilié a la cercana OJE, en la cercana calle Adarve, para poder jugar al ping-pong. Allí, a sabiendas de mi breve afición por la música (la bandurria), me obsequiaron con un libro de partituras y letras hoy perdido. Muchos años después supe que en la casa de enfrente vivían Ana Ruiz y su familia, cosa que supe porque a la olvidada Ana la encontré de compañera en mis estudios universitarios y me lo hizo saber.


De mi vida en esa casa recuerdo su amplio patio y uno de sus lados, el oeste, condenado por ruina. Y en la planta superior de ese mismo lado la galería, también deshabitada por peligro de derrumbe, y sobre la que mi madre me contó que se oían carreras debido a un fantasma o maldición por una promesa incumplida…. 


6 comentarios:

El Cañetero dijo...

Esperando la siguiente entrega

Rafael Jiménez dijo...

Gracias! En ello estamos.

zurita pelaez dijo...

Éramos casi vecinos yo me crié en la calle empedrada 8

Anónimo dijo...

Mi padre era sobrino del dueño de muebles Martínez hoy desaparecido

zurita pelaez dijo...

Se llamaba Miguel Martínez

Rafael Jiménez dijo...

No conocí a nadie de la calle Empedrada. Sí a los Parejo de la calle Palomares. Imagino que usted sabrá que llamamos "la calle Ancha" a Juan de torres, con sus casitas unifamiliares que hoy han desaparecido.