Durante algunos días, a caballo entre el final de curso y el comienzo de las “vacaciones”, he podido acometer dos tareas que tenía pendientes. La primera terminar de subrayar el libro del amigo Monterroso Lo que la verdad importa de la Córdoba romana, que ya comenté durante su presentación en mayo (y es que no me gusta dejar de subrayar las obras que leo y sus frases o fragmentos que más me gustan o llaman la atención).
Y también lo hice con la de Francisco S. Márquez Córdoba de la bicicleta a la vespa, en la que hace un ameno recorrido por la Córdoba de los años 50 del pasado siglo. En ambos hecho de menos un índice de nombres y lugares que me parece tan fácil de hacer en estos tiempos de la avanzada informática.
De éste último autor estoy acabando su también (relativamente reciente) obra Córdoba insólita. En ella, y desde mi punto de vista, dedica demasiados epígrafes a las cuestiones religiosas. Y tal vez peca un tanto de falta de actualización sobre algunos datos; claro que en su defensa es imprescindible aducir que 1ª edición es de 2009 y yo he leído la 2ª, algo posterior... Tanto corre el tiempo y las cosas en esta Córdoba de 2016. De ésta última me alegra su bibliografía, que recoge fuentes informativas de gran valor para conocer la historia de nuestra ciudad.
Del concierto, solo señalar que su autor Santiago Auserón, (líder de los ex Radio Futura), cantó acompañado de la Orquesta de Córdoba, cuya interpretación fue impecable. El evento se encuadraba dentro del Festival de la Guitarra 2016 y tuvo lugar en un Gran Teatro rebosante de público. Personalmente me agradó el concierto (¡la música sienta tan bien!, aunque su imitación de Robert Palmer o Robbie Williams, vestido de smoking me decepcionó; al igual que al adolescente hijo de unos simpáticos australianos con los que compartimos platea. Y eso que el chaval, muy educado, aplaudió cada canción. Seguramente esperaba -como yo- un concierto de rock y se encontró con un largo concierto de casi dos horas, sin descanso y a “palo seco”. Un concierto en que las prolongadas florituras de la orquesta (o sus “arreglos”) dieron como resultado el que en algunos momentos dudase si me encontraba en una interpretación “pop” de los Carmina Burana o entre alguna sinfonía de Vivaldi interrumpida por las voz del cantante. Quién por cierto, aunque la mantiene muy bien, fue ahogada por la orquesta. Y que, sobre todo el la primera parte, me pareció muy engolado en su traje y movimientos, perdiendo la “garra” o la fuerza de sus canciones en Radio Futura o Juan Perro.
Con guiños a la zarzuela, la música andalusí, Cosmopoética o Córdoba (de la que me gustó el que dijera que sus esculturas públicas no son de políticos, sino poetas y pensadores) y un público muy efusivo en sus aplausos, sin embargo no consiguió convencerme de esta que parece ser su nueva etapa.
3 comentarios:
Nadie le ha enseñado al buen Santi las estatuas de curas?
Me temo que no, Harazem. Como tampoco que la plaza principal de Córdoba esté ocupada por la estatua ecuestre de un militar que ni siquiera nació o vivió en Córdoba, pero que también tiene dedicada una principal avenida donde precisamente se encuentra el teatro dónde actuó. Todo muy superficial. Muy de guiño sin conocer el paño. ¡A ver! la pela es la pela, y el público es el que la pone.
De acuerdo en casi todo, pero me gustó. y, a pesar de todo, creo que sigue teniendo mucho carisma.
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