La verdad es que no sé bien como empezar. La última clase con ellos (o penúltima, que ya no recuerdo bien) fue sorprendente. No me esperaba tal cosa. Era una despedida después de 4 años juntos en los que les había impartido las clases bilingües de Ciencias Sociales (Geografía e Historia). Cuatro años muy agradables en los que cada día me mostraban su educación, respeto y (creo) cariño. Y eso no quita las (escasas) veces en que hube de reprenderles, menos colectivamente que de forma individual, debido a mi papel de adulto y profesor. Sin embargo, en esa grata despedida de ellas y ellos, en su comprensión, obviaron esos problemas puntuales y solo resaltaron lo bueno.
Su regalo, en esa última sesión fue doble: libros y palabras dirigidos a mí por todos y cada uno de ellos y ellas. Los libros versaban sobre mi escultor favorito: Bernini. Un regalo “bilingüe” que por sus excelentes ediciones debió costarles una fortuna. Pero, sin desdeñar ese esfuerzo económico, lo mejor fueron las palabras que me dirigieron y que, por razones de intimidad, pudor y modestia no voy a reproducir aquí, aunque siempre resonarán en mi corazón. Todo lo que hicieron supera amplia y generosamente la idea que tiene la sociedad en general sobre los profesores, a los que se les recriminan sus vacaciones y otros tópicos. Que te valoren como persona y como profesional es la máxima retribución de un profesor; sobre todo los tiempos que corren.
Cuando me entregaron su obsequio se me hizo un nudo en la garganta; no sé si lo percibieron, pero sin duda tuve que improvisar unas palabras; palabras que no recuerdo exactamente, pero que fueron sinceras aunque no sé si completas para todo lo que quería decirles. De modo que este escrito trata en parte de rememorarlas o suplir las carencias de mi discurso en esa ocasión.
Afortunadamente he tenido buenos grupos el curso pasado (2014-15); gente interesante, amable e inteligente, con los que ya había convivido (larga y agradablemente) durante 3 años (como el 3º A y el B), o los nuevos de 2º A y B, cuyo interés y cariño a lo largo de curso acabaron por eliminar sus reticencias iniciales (me parece) ante un profesor nuevo para ellos. Para nada este escrito trata de quitarles importancia para mí. Es más, lamento enormemente que el próximo curso no pueda “disfrutar” de estos grupos “gracias” a la absurda norma de la Junta de Andalucía que no me permitirá impartirles clase por tener solo el B-1, pero que sin embargo si permite y obliga a dar Música (de la cual no tengo ni idea) al igual que otras materias “afines” como Francés, Economía, Informática, etc. como otras veces me he visto obligado a impartir.
En fin, y volviendo a mi 4º B, he de precisar que jamás, jamás, he tenido unas clases tan agradables a última hora (1:45 a 2:45) como con este grupo. Y era los lunes y los viernes, hora esta última (por razones obvias) horrorosa para cualquier profesor y alumnado.
Los viernes instituimos las sesiones “musicales”, que hubieran resultado impensables sin la esforzada y desinteresada colaboración del profesor de Música e imponderable amigo Alberto Rubio. Sus videos en Youtube elaborados expresamente para estas sesiones, que los alumnos exigían en tales días y que combinaban música e imágenes de cada una de las épocas que estábamos estudiando. Cuando se agotaba este recurso, vimos películas alusivas a la época (Mª Antonieta de S. Coppola para la Revolución Francesa, Senderos de gloria para la I Guerra Mundial o El reino del mal para el nazismo y la II Guerra Mundial…)
Y todo ello adobado por la discreta pero determinante presencia de nuestra lectora Rebecca Turley, que nos acompañaba los miércoles a 1ª hora y cuyas excelentes aportaciones con vídeos didácticos en inglés, me impulsaron a hacer un “deplorable” (creo) rap sobre la Gran Guerra, e incluso a hacer cantar a toda la clase (gozosamente) otro sobre la Gran Depresión.
En resumen, un grupo que, repito, ha sido para mí de muchas satisfacciones profesionales y, sobre todo, humanas. Y esto en un año que en lo personal ha sido muy duro para mí.
Y desde aquí quiero agradecerles sus muestras de aprecio.
Les deseo y auguro un gran futuro. No les olvidaré jamás (a ninguno de ellas y ellos).
P.S.: Sin duda (me di cuenta después) que en esta despedida colaboraron otros profesores a los que agradezco muy sinceramente su generosa dedicación.
1 comentario:
Ha sido un grupo encantador como no se puede ser más; y hay que decir que muy afortunado también de tenerte como profesor durante toda la ESO. En mi grupo de Música de cuarto he tenido a cinco de ellos. Me contaron la escena de la despedida y el regalo y me hablaron de ti con tanto cariño y admiración que noté cómo por un momento temieron que me pudiese dar envidia.
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