Sigo dudando mucho con respecto al título de esta entrada. Tal vez hubiera sido más adecuado “Carlos y Chele” o “noche de San Juan (Carlos y Chele), pero es que cuando se quiere a la gente cuesta trabajo titular su importancia, la huella que nos han dejado.
Lo cierto es que hasta hace poco Carlos Fisher y Chele nos invitaban a su casa en la plaza de Aguayos para celebrar la noche de San Juan. Con una hoguera en su patio que debíamos saltar y con la generosidad que les caracteriza: siempre había una cerveza o refresco para quiénes apareciésemos por allí, así como abundante comida. Por otra parte era una excelente ocasión para encontrarse con otros apreciados amigos como Casi, Antonio Suárez, Cristine o Pilar.
Hoy Karl sufre una penosa enfermedad que le impide reconocer a los amigos, mientras Chele lo sigue cuidando con el amor que solo personas de su inusual corazón pueden hacerlo.
En su honor, en su memoria, por el desinteresado aprecio que siempre me han mostrado, anoche decidí hacer una pequeña hoguera de San Juan. En un gran cenicero de cerámica quemé una planta de albahaca seca; y papelitos escritos con los nombres de los males que quiero desaparezcan de mi vida. Su olor fue bueno y el titilar de las llamas me transportó a aquellas noches felices en la terraza o en el comedor de Chele y Carlos (tanto monta). Una llama que me recordó enormes, envidiables buenos corazones.
2 comentarios:
Nostálgico y conmovedor recuerdo de vivencias y personas que te honra. Espero que esos papelillos quemados se lleven todos los males que nos rodean.
Un abrazo.
Gracias por tus palabras, amigo José Manuel. Ojalá todos esos males desaparezcan.
Un abrazo.
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