27.7.18

CRÓNICAS TURCAS (Estambul 3 y final)

    
Torre Gálata

Otros lugares de interés y recomendaciones útiles

Entre otros interesantes monumentos, aparte de los citados en mi 1ª crónica, son recomendables la Torre Gálata, el versallesco Palacio de Dolmabahçe (donde pudimos visitar las dependencias del harén) y sus jardines, la Cisterna basilical, la iglesia de San Salvador in Chora (con sus magníficos mosaicos bizantinos), la iglesia de los Santos Sergio y Baco (transformada y convertida en mezquita), el Gran Bazar, el vistoso bazar de las Especias y el mirador de Pierre Lotti con buenas vistas sobre el Cuerno de Oro y el Bósforo, y varias terrazas escalonada, que se pueden recorrer bajando la cuesta a cuyos lados se despliega un romántico y bello cementerio, con tumbas de tierra donde crecen las rosas (otra forma de revivir).

En cuanto a la comida es buena y sabrosa, mediterránea, con restaurantes para todos los gustos. Con alcohol (en Turquía se cultivan viñas y hay vino turco y el raki) y sin él. Allí probamos un auténtico kebab turco (nada que ver con el kebab “durum” que es el habitual en España). Lo más típico en restaurantes de comida turca son los “lokanta”. Comimos en tres de ellos, que venían recomendados en nuestra guía, aunque nos costó encontrarlos porque no abundan. Comida y trato exquisitos, precios bajos y clientela turca: nosotros éramos los únicos “guiris”. Uno de ellos se llama “La casa del pescado”, y allí degustamos un “Bass grilled” (lubina) estupenda; con la recomendación del camarero de que pidiésemos solo media ración por persona, porque en la foto de la carta parecía más pequeña de lo que era, y además tenía una abundante guarnición de las ricas verduras turcas. Otro, más moderno y con buena música, fue el “Karaköy Lokantasi”. Allí me pedí, por la buena pinta que tenía en la carta, un plato de “silver fish” que resultaron ser boquerones fritos, pero tan exquisitos y frescos como solo se pueden comer a pie de playa en la Costa del Sol. Y a raíz de un malentendido que tuvimos con la camareras, dado su poco dominio del inglés, intervino una chica turca que comía en la mesa contigua para ayudarnos. Y entablamos una grata conversación con ella, que además de inglés hablaba un español fluido. Nos contó que vivía en Londres, estaba de vacaciones en su país y tenía previsto trasladarse a Hispanoamérica para consolidar su castellano. Todo agradable y espontáneo. Una suerte conocer gente así. Pero así son los turcos. Al margen de los sitios de comidas hay multitud de puestecillos para picar: de mazorcas y castañas asadas (allí he comido por 1ª vez en mi vida castañas en verano) y también de zumos naturales, como el de granada que me tomé por recomendación de un amigo, cerca de la Torre Gálata.


 Mezquita del Gran Bazar 

 
  Escuela coránica en esa mezquita

Por lo que respecta a las mezquitas hay que decir que se pueden visitar (al contrario que en Marruecos, por ejemplo). Incluso en horas de culto, aunque el espacio suele estar delimitado entre creyentes y visitantes, pero se pueden ver en todo su esplendor. Las hay de varios siglos, algunas son iglesias bizantinas reconvertidas. Hay dos normas a cumplir: entrar descalzos y no llevar pantalones o faldas cortas. Pero lo tienen todo previsto. En cuanto al calzado hay muebles en el interior de las mezquitas con abundantes muebles para dejarlo, y no hay peligro de que te lo roben, es sagrado. Y en algunos otros sitios te proporcionan gratuitamente unas fundas de plástico para envolverlo. Y en cuanto a las piernas descubiertas, a pesar de que yo iba prevenido con unos pantalones desmontables, tampoco había problema: a la entrada estaban dispuestas, también gratuitamente, faldas o túnicas, que se devolvían al salir. En una ocasión me puse una túnica azul celeste con una capilla roja casi a lo Superman. En otra una falda larga también celeste con la que sentí la tentación de arrancarme por sevillanas; cosa que lógicamente no hice por respeto, que no por falta de ganas. Estas faldas las había de 2 colores: celeste o rosa o amarillo, para que cada persona eligiese el color que considerase más adecuado. Mucha tolerancia, porque en una de las mezquitas visitadas (la del Gran Bazar), nos colamos por una puerta falsa, la primera que encontramos, que daba acceso directo a la zona de oración. Y lo hice con pantalones cortos por mi despiste. Y nadie vino a recriminarme, a pesar de mi invasividad y falta (involuntaria) de respeto, cuando había orantes e incluso un grupo de niños y adolescentes reunidos en lo que me pareció una escuela coránica. En una de esas mezquitas (….), a la entrada, nos ofrecieron, siempre gratuitamente, unos pastelillos cúbicos, dulces y de frutos secos, como los que recibimos de bienvenida en nuestro hotel. En las mezquitas ubicadas en antiguas iglesias cristiana (bizantinas) el mihrab estaba descentrado con respecto al ábside central, para mirar hacia La Meca.

No puedo dejar de recomendar la Tarjeta de Museos si se va a estar allí varios días. No solo es un ahorro considerable, sino que además te evitan las colas. Cierto es que no sirven para todos los monumentos, pero compensa sobradamente.

También es recomendable acudir a un hamman o baño turco. Es una grata experiencia. Nosotros acudimos a uno cercano a nuestro hotel llamado Cağaloğlu Hamami, que data de 1741 y tiene como núcleo una  gran cúpula con lucernarios por donde entra la luz y acoge la sala de baños y masajes. Cuenta con una amplia recepción de 2 plantas donde se encuentran las habitaciones privadas que sirven como vestuarios, con cama, y en ellas dejas tus pertenencias y cierras con tu propia llave. Primero nos hicieron pasar a una sala caliente y seca para sudar durante 15 minutos, transcurridos estos, nos vinieron a buscar nuestros masajistas y nos llevaron bajo la cúpula y allí el masaje y baño, que duró 35 minutos según la tarifa que escogimos y que ascendía a 65 €. Una tarifa intermedia. Al terminar, una vez vestidos, nos ofrecieron un té con pastelillos cúbicos y blancos que ya antes habíamos probado el día de nuestra llegada al hotel y a la entrada de una mezquita. Quiso la casualidad que el joven que nos atendió en la recepción sabía hablar español y entabló conversación con nosotros a la salida: nos dijo que vendría precisamente a Córdoba en septiembre para permanecer aquí dentro de un programa Erasmus+, para perfeccionar su español. Nos intercambiamos los teléfonos para encontrarnos con él a la salida de su trabajo al día siguiente, nuestro último día allí. Primero nos invitó a un café turco en una terraza dentro de los jardines de Topkapi y luego nos llevó a un bar situado en la terraza de un hotel cercano a la Torre Gálata. Desde allí las vistas sobre el Cuerno de Oro, el Bósforo e incluso el mar de Mármara, eran majestuosas, sobre todo con el dorado del atardecer. Estuvimos hablando largamente de muchos temas y de Córdoba, sobre la que le dimos todo tipo de información. Y por supuesto, le afirmamos todo nuestro apoyo para cuando viniese a Córdoba. Él nos invitó a que pasásemos la primera decena de septiembre en su casa junto al mar Egeo, antes de venirse para España. Así es la hospitalidad turca.

En cuanto a la moneda hay que decir que hay numerosas casas de cambio y cajeros internacionales. 

Servicios turísticos hay un montón: desde viaje en barco por el Cuerno de Oro, hasta cruceros por el Bósforo con escala en el lado asiático o excursiones por Anatolia.

Por desgracia, aunque será para mejor, muchos edificios importantes estaban en obras de restauración, como la cúpula de Santa Sofía y la de la Mezquita Azul o el Museo Arqueológico, donde no estaba accesible el supuesto sarcófago de Alejandro Magno. Pero todo esto es pasajero y para bien. Y es que la ciudad fue Capital Europea de la Cultura en 2010, por lo que se ve que muchos de sus monumentos estaban ya necesitados de mantenimiento.

Como curiosidades 3: los árboles son allí venerados, y aunque tengan enfermedades o su tronco hueco, los dejan sobrevivir (nada que ver con nuestra taladora Córdoba). Los gatos son muy respetados, abundantes y poco huidizos. Los cuida todo el mundo proporcionándoles alimento y agua. Casi no existe el “¡zape gato!”. Otra de las cosas es la presencia cerca de los restaurantes de colecciones de jarritos de barro con papel albal horadado como tapadera. Hasta el último día no nos enteramos de su utilidad: servían para cocinar un abundante kebab cuya elaboración dura 2 o 3 horas. No lo probamos. ¡Otra vez será!

Árbol hueco

Gatos jugando en la calle 

   Jarritos de kebab


MÁS FOTOS (Museo Arqueológico y otras): AQUÍ 



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