13.3.18

RETURN TO MONTORO



José Ortiz nos explica el Museo Histórico

El pasado sábado 10 de marzo y en convocatoria hecha por el amigo Eladio, nos reunimos en Montoro un grupo de antiguos profesores del Instituto Santos Isasa, para realizar una visita guiada por un ex alumno que ahora es Cronista Oficial de esa ciudad, a la que tantos lazos nos siguen uniendo.

La visita comenzó en la antigua iglesia de Santa María de la Mota, hoy museo histórico, arqueológico y geológico. Allí José Ortiz, nuestro guía, nos explicó el origen del monumento y la polémica sobre su estilo o periodo histórico. Luego vino una vista a las principales piezas que posee. No solo la Thoracata o el ángel de Mateo Inurria, dos “clásicos” del museo, sino a otras piezas importantes que se han ido incorporando desde la última vez que lo visité, hace ya algunos años y mientras ejercía mi profesión en esa localidad (17 años hasta el 2009). Entre esas nuevas piezas se encuentran la “Estela de Montoro” (de discutido origen), la “Muchacha orante” pareja del ángel de Inurria o una nueva inscripción romana recuperada hace poco tiempo.

En este paréntesis observo que el museo ha ganado mucho; entre otros motivos por su moderna musealización y más fácil acceso para montoreños y turistas gracias a su extendido horario de apertura pública.

Luego bajamos hasta la calle Postigo, donde Pepe nos da noticia del origen del altar allí situado, adosado a la iglesia de San Bartolomé, en cuyo interior penetramos a continuación y recibimos una breve pero completa explicación sobre ella y su evolución histórica. Después salimos a la plaza de España dónde también se nos ilustra su papel y edificios que la rodean y que concentraron los 3 poderes: el político (ayuntamiento construido ex profeso, nunca palacio ducal), el religioso (la ya mencionada iglesia de San Bartolomé) y el económico (restos de las Tercias y la Pescadería).

A continuación nos dirigimos a las nuevas Tercias (que no recientes), que hoy albergan el Museo del Aceite y, en su planta superior, una sala de exposiciones temporales. Al entrar nos encontramos con una grata sorpresa: nos recibe nuestra buena ex alumna Cristina Galán, que compatibiliza su trabajo en el museo los fines de semana con la impartición de clases en el Conservatorio Musical de a localidad entre semana. Allí Pepe nos habla de la desacertada intervención del arquitecto encargado de remodelar el edificio para su uso como Museo del Aceite. El moderno arquitecto decidió rellenar las vasijas que poblaban su suelo, taparlas y ponerle encima un suelo irradiante y un parquet de madera, ocultando de esta manera la verdadera esencia de lo que era una Tercia: un lugar para albergar aceite y grano. 

También el cronista nos habla de las dificultades para conseguir piezas para este museo, porque la gente  prefiere que antiguos molinos aceiteros se caigan antes que donarlos. Y también de los problemas para conseguir que nuevas generaciones aprendan antiguos oficios artesanos como el trabajo de espartería, que a mi parecer está en fase de recuperación gracias a la vía vaginal.  E igualmente nos habla de cómo los arqueólogos locales, o amigos de la cultura, se han de andar con ojo avizor cada vez que se derruye un edificio para construir, ya que posiblemente muchas de las piezas encontradas en solares cercados a cal y canto pasen a ser vendidas en el mercado de antigüedades.

Después subimos a la planta superior de las Tercias para visitar una exposición de pintura cuya duración prevista se alarga un día para que podamos visitarla. Una gran deferencia hacia nosotros, que tenemos ganas de verla porque su organización ha corrido a cargo de Juan Manuel Gutiérrez, amigo, pintor y colega que sigue impartiendo clases de Artes Plásticas en el instituto en que fuimos compañeros. La exposición se compone de pinturas de sus alumnas cañeteras en el Taller de Pintura que ha impartido en su localidad de nacimiento y residencia. De entre esos cuadros me llaman especialmente la atención dos: una con un pavo real y otra de flores sus autoras son, respectivamente Carmen Fernández y Rosa María Morena. 

 

Luego nos dirigimos al Hospital de Jesús Nazareno, atribuido al arquitecto Francisco Hurtado Izquierdo y que tiene un patio parecido al del Hospital del Cardenal Salazar (hoy Facultad de Filosofía y Letras de Córdoba). Hasta entonces el tiempo nos había respetado a pesar del temporal previsto. Y aunque íbamos bien provistos de chubasqueros, paraguas y calzado para el agua, la tormenta se desata justo cuando estábamos cobijados en el hospital se acentúa mientras visitamos su iglesia que parece sufrir una maldición porque se “autodestruye” cada cierto tiempo: hundimientos, caída de muros, incendios…de modo que, tras la breve aunque completa explicación, salimos pitando de allí en vistas del aguacero, los rayos y truenos que azotan y que provocan que se vaya la luz. Nos refugiamos en el vestíbulo mientras vemos la intensa lluvia que cae. Pero se nos aconseja que no nos apiñemos en su puerta ni en su centro y que nos coloquemos en sus laterales, debido al peligro de que pueda penetrar un rayo, hecho que se ha dado en ocasiones anteriores. 

Ante la imposibilidad de conseguir un taxi, nuestros/as amigos conductores se aventuran a desplazarse a pie paraguas en mano y a pelo, hasta el lugar donde los dejamos aparcados: la cercana/lejana Santa Mª de la Mota. Luego vienen a recogernos al Hospital, dónde seguimos resguardados. Es el fin de la visita guiada. Son pasadas las 13 horas y no dirigimos al Hotel Mirador de Montoro para trasegar una caña mientras disfrutamos de sus excelentes vistas sobre el pueblo y el río Guadalquivir, que lo envuelve y que viene cargado de aguas terrosas gracias a las últimas lluvias.

Vista desde el Hotel Mirador de Montoro

De allí al restaurante El Jardinito, también un clásico, donde hemos quedado con otros colegas y amigos desplazados para la ocasión desde distintos puntos como Córdoba o el propio Montoro. Nos juntamos 20. Un grato reencuentro; y allí hablamos mientras deglutamos un buen, abundante y variado condumio.

Tras la sobremesa algunos deciden volver al Mirador para tomar café. Son las 17 horas aproximadamente y yo ya no estoy para estos trotes, así que acepto gratamente la invitación de Juani (nuestra conductora) para regresar a Córdoba, acompañados de María José.

Una jornada fenomenal.

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4.3.18

VIAJE A MURCIA (2018)



Catedral de Murcia

Es mi primer viaje con el IMSERSO. Ha sido por Antequera-Granada-Guadix-Baza-Gor-Puerto Lumbreras y Águilas, dónde llegamos sobre las 17:45. 

En Gor comimos hemos estupendamente y en Puerto Lumbreras hemos hecho una paradiña.

Al llegar al hotel el reparto de habitaciones ha resultado rápido, a pesar de que éramos un grupo de más de 50 personas. Y aunque me han asignado una habitación sin vistas al mar ni terraza al menos tiene bañera. Es un hotel de 4 estrellas pero de de no fumadores, pero muy bien situado junto al mar. Se trata del Hotel Puerto Juan Montiel y cuenta con un servicio de SPA de pago (25 €) del que no hemos podido disfrutar por lo apretado del programa. También tiene piscina climatizada gratis, pero he caído en la cuenta de que no me he traído el bañador.

En el autocar me han asignado un asiento junto a una señora muy simpática, futbolera y amante del arte llamada Mari, con la que además he compartido mesa todos los días junto a las también simpáticas, vitalistas y maestras Ana y Lola. Todas de Córdoba capital y muy experimentadas en estos viajes.

Una vez alojados he disfrutado de la terraza del hotel teniendo al frente el peñón de Águilas. Una bella vista.

Al día siguiente visita a Murcia capital. Día completo dónde hemos visitado la Catedral y luego un paseo por el casco histórico: Plaza de Santo Domingo, monumento a Paco Rabal, teatro (y su maldición) … Después subida al santuario de la Virgen de la Fuensanta, patrona de Murcia y  dónde no bebí agua del pocito de las monjas (contra las arrugas y otros padecimientos) pero que tiene un emplazamiento estupendo, dominando las vistas de la ciudad. Tras ello bajamos hasta La Alberca donde comimos. Por la tarde, en visita opcional (de pago), acudimos al Museo de Salzillo (siguen prohibidas las fotos, no. sé por qué) y luego al Casino, de estilo ecléctico: modernista, neomudéjar, hierro y cristal, clasicismo. Todo ello acompañados de un buen guía que nos explica magníficamente las composiciones de los pasos de Salzillo y nos hace notar, acertadamente, que al ser  grupos escultóricos que procesionan hay que verlos desde distintas perspectivas. Cuando estábamos en el santuario recibo una mala noticia: la muerte de mi tío Rafalín a cuyo funeral no podré asistir por encontrarme tan lejos. Volvemos al hotel muy tarde (20:30). Me encuentro exhausto, y después de la cena tomo un baño con abundante espuma antes de acostarme. 

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Monumento al Carnaval de Águilas (Ícaro)

En el 2º día de estancia visita matutina guiada por Águilas. Vemos el puerto pesquero con su Lonja y el Monumento al Carnaval (escultura de Ícaro), cuya importancia, y peculiaridades (musas, musona, la Cuerva…) pone de manifiesto nuestra simpática y preparada guía al tiempo que nos explica el porqué de haber elegido a este mítico héroe como símbolo de su carnaval. Luego subimos al castillo de San Juan y en el camino vemos una escaleras de acceso decoradas por jóvenes artistas con el patrocinio del Ayuntamiento. Una vez en el castillo (del siglo XVIII) nuestra guía nos hace una foto de grupo y luego nos repartimos por sus estancias. Desde su planta superior o azotea, en la que quedan un par de cañones de la época, gozamos de interesantes vistas de Águilas: desde su trazado ortogonal dieciochesco a dos de sus bahías y playas.

Tras la bajada nos dirigimos en autobús al CIMAR con barco pesquero de arrastre incluido (“José y Josefa”) activo hasta hace pocos años. Después comida de buffet en el hotel. Declino la visita a Lorca para la tarde porque me encuentro cansado y necesito echar la siesta, pasear y escribir en mi cuaderno de viaje; lo que hago en una terraza junto al mar en la playa de La Colonia. Disfruto de las vistas y la cercanía del mar, que me sentaron muy bien.

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Teatro romano de Cartagena

En el tercer día nos dirigimos a Cartagena (por la mañana ) y Mazarrón (tarde). Comemos en Cartagena, donde visitamos las Murallas Púnicas (cartaginesas) con guía y luego el Teatro Romano también guiados. Como nos dejan bastante tiempo libre, telefoneo a un amigo que vive allí y al que le prometí encontrarnos si era posible, pera andaba de obras en casa y no podía acudir. Apreveché el tiempo libre en visitar el Museo del Teatro Romano, contiguo al teatro pero al que no accedimos en la visita al propio teatro. Me ponen un precio especial (5 €) por ser jubilado, cosa que agradezco enormemente, porque me pidieron algún documento que acreditara y como no existe, que yo sepa, carnet de jubilado, se conformaron con la Tarjeta Dorada de Renfe. En este pequeño museo (obra de Moneo con musealización parecida al de Mérida) se exhiben las principales piezas encontradas en las excavaciones del teatro y otras anteriores o posteriores a su construcción. El Museo está conectado con el teatro y accedo a su cavea desde dónde pude hacer fotos desde distintas perspectivas, cosa que no fue posible durante la visita guiada, que se limitó a una pormenorizada y fructífera charla de guía sobre la historia y partes del teatro y su excavación.

Como seguía teniendo mucho tiempo libre, me senté en una terraza junto a la entrada al museo y frente al imponente Ayuntamiento de esta ciudad. Había nubes y corrían ráfagas de viento procedente del cercano puerto.


"Las Gredas", en Mazarrón

Por la tarde nos desplazamos hasta El Puerto de Mazarrón, dónde una joven simpática y preparada que resultó ser de Córdoba, nos llevó a “Las Gredas”, junto a la playa, una formación geológica muy interesante y que recuerda a la Ciudad Encantada de Cuenca, aunque de origen y dimensiones distintas. Previamente hicimos un recorrido en autobús por la pedanía de El Puerto de Mazarrón, una urbanización desértica llena de chalets vacíos o con el cartel de “se alquila”, etc. Esto fue antes de la visita guiada, porque llegamos casi una hora antes de la cita con la guía (17 horas), de modo que nuestro autocar aparcó en la también Estación de Autobuses, que se encuentra en el centro de esta pedanía, cerca del mercado y otros establecimientos en los que se veía algo de vida. Tras Las Gredas, volvimos, ya más tierra adentro, hacia la Torre de los Caballos, adosada a una ermita y desde cuyas vistas predominaban las vistas de esos chalets cerrados. A continuación nos dirigimos al Centro de Interpretación de los pecios fenicios encontrados bajo el mar hace no mucho y que siguen en un cofre metálico en el lugar de su hallazgo, a pocos metros de la playa. En el Centro de Interpretación atendemos las explicaciones de nuestra guía y podemos ver una maqueta del barco más entero a escala 1:3. Luego regresamos a nuestro hotel en Águilas. Es verdad que volvimos pronto (sobre las 19 horas) y tuve tiempo de tomar un relajante baño e ir recogiendo la maleta. Durante la cena (21 hora, como siempre) se decide por unanimidad adelantar el regreso a Córdoba a las 9:30 horas.

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Al día siguiente partimos puntualmente, con sol y buenas temperaturas como hemos gozado estos días, pero, ya en ruta, empezó a azotarnos la lluvia y las bajas temperaturas cerca de Baza, dónde hicimos una “parada técnica” y me tomé un descafeinado (por el frío, sobre todo). En el exterior del establecimiento los fumadores nos cobijamos bajo un toldo del que a veces caen gotas frías, y departimos con dos jóvenes agricultores de la zona que bendicen la lluvia, tras la sequía del año anterior. Por lo que dicen se dedican al cultivo del almendro.

Para comer nos paramos en un restaurante en ruta llamado “La Parada” cerca de Huétor Tájar. Lo hacemos rápidamente y con fruición. Los dos platos que nos sirven están buenos y combinan con el frío y lluvioso tiempo que nos ha acompañado durante el viaje. Seguimos y hacemos una parada en un área de servicio cerca de Lucena para que se puedan bajar los excursionistas de esa localidad (18) más algunos de Encinas Reales. Al llegar a Córdoba (temprano) vemos los efectos del temporal: árboles caídos y contenedores volcados e incluso desplazados hasta la calzada. Fin del viaje.