24.4.12

Amanecer en ti (J.M. Ballesteros)



Dentro de los actos de la XXXIX Feria del Libro y doblemente invitado (por el autor y el editor) asisto a la presentación de libro de poemas “AMANECER EN TI”, que forma parte de la colección “Versos a tornillo” de Ediciones Depapel.

Se celebra en el salón de actos de la antigua Cajasur. Intervienen el autor, el editor (Manolo Patiño), el catedrático Juan Pérez Cubillo y José Antonio Nieto, alcalde de Córdoba. El primer edil nos revela que su presencia allí obedece a que fue alumno del autor a principios de los 80, cuando terminaba la EGB. Un alumno sinceramente agradecido.


José Manuel nos explica el origen del libro: una “Gramática Poética” que, por orden alfabético, trataría de abarcar nombres, poemas y otras formas. Sin embargo, el resultado es un poemario de amor escrito principalmente hace quince años a causa de la muerte de su compañera tras una dura enfermedad y la  soledad sentida. Y el desahogo de la búsqueda del amor puro.

Ya en tono más jocoso, José Manuel saca un tocho de unos 500 folios “con sus poemas” que amenaza con leernos, para más tarde tranquilizarnos señalando que solo leerá unos cuantos por orden alfabético, como están editados. Un orden que -lamenta- hoy cuenta con inexplicables desapariciones de letras como la “che” o la “elle” (… y yo estoy muy de acuerdo!)

Reproduzco aquí un poema de la “B”  (y lo dedico a mi compañera)

Besos y besos y más besos;
mares de besos
extendiendo sus olas de más besos
que borren de tus labios solos
las huellas en sus playas de arena entristecida.


Tú duermes, o ríes, o meditas
mientras pasa sobre ti lo cotidiano,
no viéndole tal vez ningún sentido
a tantos momentos de tu vida.


Mas yo te envío, instante tras instante,
mi mar de besos a tus labios.


Aunque nunca llegase a ti ninguno,
ola tras ola yo te envío
la forma de mis labios con mis besos;
aunque nunca sintieras
sus caricias de brisas y silencios,
dulces paisajes donde las horas sueñan
y el tiempo es nada más una extensión
de auroras o de estrellas.


Tú hablas, o lloras, o te miras
al infinito fondo del espejo
donde tus sueños duermen,
sintiendo tal vez que no son nada
tus labios y tus besos
en ese mar sin fin que va formando el tiempo.


Pero detrás de ti,
y antes de ti,
y mucho más allá
de lo que son tus pensamientos,
amándote, envolviéndote,
creándote el espacio en el que existes,
estará este mar de besos que es mi amor,
eterno como el cielo,
latiendo entre tus labios,
besándote en tus sueños.

21.4.12

Libros, libros, libros


Decidimos darnos una vuelta ligera por la recién inaugurada 39ª Feria del Libro. Nada más llegar nos encontramos a Pilar y Alberto Monterroso, que presentará su próxima novela sobre Claudio Marcelo el día 2 de mayo. Están con Antonio González Carrillo, que acaba de firmar ejemplares del libro A la luz de Góngora. Dos pasos más adelante nos cruzamos con Herme y Ana Rivas. Herme mantiene Librería Títere en la feria, su caseta (stand, en fino y bilingüe) creo que es la que cuenta con más solera en este evento cultural, quizá solo igualada por la de la Librería Luque. Ana sigue en la brecha con su labor en la Biblioteca Municipal. Se para también Juanma Zurita, igualmente implicado en la difusión de la lectura, ese alimento del alma.

Alberto me cuenta que le gustó la presentación de la última obra de López Andrada y le comento que he visto fotos sobre el original acto hechas por el amigo Paco Muñoz. Tras el mostrador de literatura infantil me alegra encontrar a una antigua y simpática alumna.

Seguimos adelante y veo en la Fundación Anselmo Lorenzo (CNT) un libro sobre esperanto que me interesa. En el stand de Editorial Séneca saludo a Óscar Morales y mientras charlamos llega María José Alcalde, profesora de literatura y amiga. Cuando nos estamos despidiendo encontramos a Choni y Pilar Pedrós

Volveré con más tiempo. Y más dinero.
                                                                               
                                                                 

17.4.12

Generación sandwich?


A través de un amigo, y de mi propio hermano, recibo por email un escrito al parecer extracto de un libro editado recientemente. El texto se titula “La herencia de nuestros padres” o “La generación que construyó España” y trae como lema o aforismo  la frase “¿Quiénes son los pobres? Los nietos de los ricos”, o  refranes similares.

Se refiere así a la situación actual y a la generación a la que pertenezco: aquellos que de jóvenes trabajamos para nuestros padres y de casados para nuestros hijos. La generación “gastro-hortera” (como dice el artículo) que ha pasado del vino “Don Simón al Vega Sicilia sin descompresión”. Los que tal vez hayamos hiperprotegido a nuestros jóvenes hasta casi dejarlos sin defensas. Sin verdadera  “autonomía”.

Pero no es mi intención ahora juzgar o analizar dicha situación: “doctores tiene la iglesia” (seguro que habrá estudios sociológicos al respecto). Si no, simplemente, rememorar parte de mi experiencia. Sin animadversión, ni mucho menos.

Comencé a trabajar con trece años. Vi el mar por primera vez cuando tenía catorce (junto a otros amigos en la furgoneta del padre de uno de ellos: Julián, emigrante en Bélgica). Cuando llevaba meses trabajando, mi padre me compró por fin un cassette de la marca Bettor Dual en la tienda de electrodomésticos llamada SUHISA que hubo en la calle Cruz Conde de mi ciudad. Lo pagó a plazos. Al igual que la motocicleta que compré con 16 años: una Mobylette (el Vespino o la Bultaco Junior que me gustaban quedaban fuera de nuestras posibilidades) que adquirí en el concesionario de esa marca sito en la avenida de Medina Azahara. Mi jefe por entonces, Andrés López, me adelantó el dinero que luego, mensualmente, me descontaba de las horas extras que “echaba” antes de dirigirme al Instituto Séneca dónde iba cada día (noche), sábados incluidos, a terminar mis estudios nocturnos de bachillerato (para eso la compré).

Hice la mili (nadie, ni fascistas ni progresistas vividores de la teta del Estado me lo han reconocido como injusta condena ni como mérito) y solo con 22 años pude viajar (mi pasión) unos días  al extranjero (París) tras ahorrar muchos meses. Un camping en el Bois de Boulogne.

Y era feliz…..

(Y lo sigo siendo cuanto tomo “Don Simón” según los momentos y las compañías…).

1.4.12

La vida en beso (libro)


El jueves 15 de marzo de 2012, asisto a la presentación del libro La vida en beso escrito por Jesús Leirós, un antiguo (y excelente) alumno villarrense. El frecuentado Café Oculto está repleto. Comienza la presentación en la que Jesús está acompañado al piano por Alberto, otro antiguo alumno al que no di clase, pero del que conozco su potencial artístico.  Y humano. 

Poesía y música me elevan a paraísos distantes años luz  de la rutina diaria. Se agradece. Y no puedo dejar de sentir la  satisfacción de haber conocido alumnos así. Tal vez egoísta satisfacción rematada por la extensa y amable dedicatoria que me firma Jesús, en la que incluye una frase que me toca el alma: “…gracias mi profesor”. Se puede pensar que lo digo con vanidad, pero para mí es solo como la luz de un faro que me indica que no voy  descaminado; que no estoy a la deriva, como a veces pienso surcando los hoy procelosos mares de la enseñanza. Verdaderamente impagable.

El libro, subtitulado “Textos de Amor” y prologado por Ginés Liébana, contiene premiados relatos breves  y bellos poemas. Está editado en Villa del Río con la colaboración de varias empresas y entidades, lo que demuestra la saludable vida cultural de este municipio cordobés.

Entresaco un poema dedicado a ese río grande que da nombre a la antigua aldea:


SOÑABA EL RÍO

Estaba dormido mi pueblo
Y se quejaba de miedo la noche.
Sobre el monte quinientos soldados aceitunados
Andaban atentos a la secreta música de nuestros versos.

Junio bebía de las niñas en flor
Y por las tardes de tí; ángel pausado de mediodía.
No se limitaba el tiempo a mecer los dolores
Cuando el calor de tu carne ya quebraba mis labios.
Perseguíamos los finísimos hilos que unen a las mariposas con su vuelo
para seguir huyendo de los Edenes; donde sin tregua, la poesía nos respiraba.

Se caían los pétalos de otoño sobre mi boca;
y el Río Grande espiaba las torpes caricias olvidando su curso.
Los álamos eran los únicos que sostenían el secreto, serenamente.

Estaba dormido mi pueblo.
Delito en la sombra y el agua testigo;
Matándote en mi abrazo.
Hiriéndome contigo.

Dormía el pueblo callado;
Despierto soñaba el río.