28.9.17

Casa da Música (Oporto)

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Vista exterior

La verdad es que en mi anterior viaje a Oporto dejé de ver este edificio moderno, dada la riqueza de patrimonio histórico artístico de la que es la segunda ciudad más importante de Portugal.

En esta ocasión disponía de tiempo para visitar esta joya de la arquitectura moderna obra del arquitecto Rem Koolhaas, el que diseñó el frustrado “Palacio de Congresos” de Córdoba que tanto dinero costó a la ciudad y que, jocosamente, muchos amigos le llaman “La Pinza”. Y otro que tras sus “no construcción” señala que la maldición del emir sigue viva, refiriéndose a al-Hakam I tras la “Rebelión del arrabal” (de Saqunda), que una vez sofocada el omeya mandó asolar, cubrir de sal y prohibir y maldecir cualquier construcción en esos terrenos para la eternidad. Hechos que quedan fidedignamente reflejados en su recientemente libro de historia llamado “La odisea de los rabadíes”.

Pero, volviendo al edificio del que nos ocupamos, he decir que para verlo optamos por una visita guiada en inglés. La visita, que duró casi una hora, fue muy instructiva.

El edificio se incrusta en una zona histórica de la ciudad. Y digo “se incrusta” porque así lo concibió el arquitecto cuando recibió el encargo: como un meteorito caído en la ciudad; de ahí  sus alrededores alabeados.

Su exterior es geométrico, de una geometricidad irregular con numerosos planos y aristas faltos de cualquier simetría. Resulta moderno pero también chocante en el entorno en que se halla.

Pero su interior no defrauda: es una caja de sorpresas. Aunque gran parte del edificio esté dedicada al auditorio o sala de conciertos, hay otros espacios más pequeños dedicados a otros usos: didácticos, de investigación acústica, ensayo e incluso una cafetería desde la que se tiene acceso visual y auditivo a la sala de conciertos, gracias a las dobles vidrieras onduladas que el arquitecto ha utilizado para mejorar la acústica a la par que aislar del ruido cafeteril.

Escenario del auditorio

Y siguiendo el tópico, su belleza (o mérito), reside en el interior; pues no se trata de un mero teatro o auditorio: es verdaderamente una “Casa de la Música” donde se puede hacer todo lo relativo a este arte: escuchar, experimentar, vivir la música en todos los sentidos. Y utilizando las nuevas tecnologías.

El autor y su equipo se documentaron muy bien para llevar a cabo este logro: nuevos materiales y nuevas ideas para hacer del edificio un auténtico “Templo de la Música”. Y el funcionalismo, como los asientos extensibles de su auditorio que permiten a cualquier persona ocupar o desocupar su asiento sin molestar a los demás asistentes. Un auditorio moderno que incorpora un órgano azul y dorado del siglo XVIII que no desentona.

También los paramentos flexibles de alguna de sus salas facilitan la propagación del sonido, aunque algunos de ellos se hallan erosionados debido a la curiosidad del palpar de sus visitantes (entre los que me incluyo). Pero es que, además, integra armónicamente los típicos azulejos portugueses en tan innovador edificio.

En fin, un lujo que no debemos perdernos y que fue diseñado con ocasión del nombramiento de Oporto como Capital Europea de la Cultura en 2001.


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17.9.17

Viaje a Portugal (agosto 2017)


Bon Jesu (Braga)

El viaje no comenzó con buen pie dado que con muy pocas horas de antelación Airbnb  canceló hasta dos apartamentos que habíamos reservado, alegando que habían sufrido “inundaciones”. El 1º de ellos es el mismo en que estuvimos en Semana Santa. Cancelaciones unilaterales y sin compensación, lo que da motivo para desconfiar de esta compañía, por otra parte tan criticada en los últimos meses aunque por otras razones. Al final hubimos de reservar uno en la rua Santa Caterina, muy céntrico pero que resultó ser una habitación doble con una pequeña cocina y un minúsculo cuarto de baño que sí que se “inundaba” con el simple aseo o la toma de una ducha. Y la terraza que anunciaban se trataba de una terraza comunitaria situada en la 5ª planta (menos mal que tenía ascensor, eso sí, a partir de la 1ª planta pues nos asignaron la 2ª).

Llegamos en la tarde-noche del día 18 de agosto con fresquito. El día siguiente (19-8-2017)  viajamos hasta Braga, la arzobispal ciudad de las reliquias (muchas de ellas arrebatadas a lugares cercanos). Hemos visto un montón de ellas en relicarios de los más diversos tipos. Se considera la ciudad más clerical de todo Portugal, según dice la tradición: "Braga reza, Oporto trabaja, Coimbra estudia y Lisboa se divierte".

Lo más espectacular en la visita a Braga fue la visita a la iglesia del “Bon Jesu” (“Bon Jesu do monte”)  y su barroca y extensa escalinata, plagada de fuentes y figuras alegóricas, alguna de ellas también paganas (Marte, Eros…?). Subimos en el funicular para después bajar por la escalinata. Nos trasladamos hasta allí en autobús (3’30 € los 2 billetes). De su iglesia lo más destacado ha sido su retablo tan escenográficamente barroco: como dijo mi amigo y acompañante Alberto es una especie de Belén napolitano pero con figuras grandes enmarcadas en una concavidad remarcada arquitectónicamente.

Hemos visitado algunas iglesias, la catedral (una mezcla desde su arranque románico hasta el barroco). También me ha llamado la atención una sobria plaza, Largo do Paço cuadrada o rectangular adosada al palacio arzobispal y que recuerda mucho a lo gallego. Frente a ella hemos retomado fuerzas con una cerveza trasegada en una de sus terrazas, donde hemos gozado de su frescor y lo apacible e inexistente alboroto de los paseantes (turistas como nosotros) a diferencia de lo que puede ocurrir en un escenario similar en España. En la terraza hemos inquirido por un brebaje que estaba anunciado en una pizarra llamado “Poncha de Madeira", el camarero nos dicho sus ingredientes y ha defendido sus múltiples virtudes que lo hacen apto a cualquier hora del día: como aperitivo, digestivo… No obstante, al sol, las temperaturas han sido más elevadas de lo esperado, hasta el punto de que, creo recordar, es la primera vez que me he tomado dos botellines de agua; al inicio y final de la bajada de la soleada escalinata.

A pesar de iglesias, palacios y otros edificios destacados, la ciudad me ha parecido un tanto anodina, con sus calles y edificios modernos. Sin embargo, hay que enaltecer sus zonas ajardinadas con bellas flores. También a destacar su monumental puerta de entrada, engalanada con una especie de vidriera de colores que parecen ser parte de fiestas que se estén celebrando porque también hemos escuchado cohetes. A la salida hemos visto una confitería-heladería en la que se ofrecían unos pasteles llamados “tibias” que tal vez sean como los españoles “huesos de santo” y estén relacionados con las susodichas reliquias. En el mismo sitio fotografié un carrito de helados de época.

El viaje de ida y vuelta nos ha costado baratísimo en el tren de cercanías (4 € en total por los dos) aunque cada trayecto ha durado 1 hora, porque va parando (cada 3 o 4 minutos) en cada estación entre Oporto y Braga, como nos ocurrió en la mayoría de excursiones que hicimos en los días siguientes.

He vuelto extenuado y doliéndome la cadera izquierda. Espero que no derive en lumbago o ciática, pero es que han sido muchas las horas en pie, andando o bajando. Ya en la cama los españoles siguen armando jaleo cantando “Macarena” en la comercial calle en que se ubica nuestro “apartamento”.

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Viñedos desde el puerto fluvial de Pinhao

 Pinhao-Tua (3ª jornada, 20-8-2017)

Este día fuimos en tren por la margen derecha del Duero hasta llegar a la localidad de Pinhao, desde donde nos habían recomendado un paseo en barco hasta la Foz de Tua y que resultó un tanto decepcionante, a lo que contribuyó la larga distancia (2 horas de tren por cada trayecto) más otras 2 horas en barco que dio media vuelta en la desembocadura del Tua, afluente del Duero por su margen derecho. El calor también hizo lo suyo, pues parece que fue el día más caluroso en esta zona. Lo mitigamos a base de botellines de agua y polos “Calipo”. Además el tren de vuelta se retrasó 1 hora y terminó en la estación de Campanha, donde hubimos de coger un metro. En definitiva, llegamos al apartamento bien pasadas las 22 h. De modo que decidimos cambiar de planes. Pero el crucero por el Duero también tuvo sus aspectos positivos: el agua limpia y verde del río , los paisajes de viñedos (al parecer Patrimonio de la Humanidad), el haber realizado un trayecto tierra-agua que muy pocos conocen, más la copa de oporto que nos ofrecieron en el barquito, y el grupo de música popular que actuó a la vuelta en la estación de Pinhao y que venían en un trenecito de época que tal que partía de Régua, donde lo vimos estacionado al pasar por allí. En Pinhao comimos exquisitamente en un modesto restaurante donde nos sirvieron un bacalao a la brasa guarnicionado con unas estupendas patatas al horno y brócoli. Fui incapaz de ingerir aquella inmensa bandeja repleta de cosas ricas.

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Estanción de San Benito (San Bento)

Oporto (4ª jornada)

Después de desayunar, como todos los días, en la histórica y bulliciosa "Confeitaria do Bolhao", atendidos por la simpática camarera que nos sonreía el llegar y donde fuimos probando distintos pasteles (bolos de arroz, "jesuitas" y "folhados"),  el  cambio de planes supuso suprimir el viaje a Braganza, tomar un día de asueto en Oporto (descansar, recuperar fuerzas y no tener horarios) y dejar el viaje a Guimaraes para la jornada siguiente. Dormí sin hora y paseamos por la ciudad, ya tan conocida para nosotros. Alberto decidió participar en una visita guiada al edificio de La Bolsa, mientras yo recorría las librerías nuevas y de viejo en busca del deseado libro avistado en mi viaje anterior  Diccionário de arabismos da língua portuguesa que no encontré incluida la FNAC. Aprovechamos esta nueva estancia en Oporto para volver a comer Tripas en O Escondidinho, con el excelente trato de sus camareros, aunque cometimos el error de olvidar que con una ración era suficiente para los dos, como hicimos en la anterior ocasión y resultó excesiva. La factura ascendió a más de 70 €, pero mereció la pena por su exquisitez y la excelente ginjinha que debía ser gran reserva pues nos cargaron 6 o 7 €  la copa. Este día me sentó muy bien. Dormí incluso la siesta y tuve tiempo de afeitarme y asearme a fondo.

Por la tarde Alberto (siempre tan generoso) me sorprendió regalándome el anhelado DICCIONÁRIO DE ARABISMOS DA LÍNGUA PORTUGUESA.

                                    

                                           

Guimaraes (5ª  jornada 22-8-17)

En este día viajamos a Guimaraes una población relativamente pequeña que es considerada la cuna de la nación portuguesa. Alberto la recomendaba por su casco histórico (muy bonito) que recorrimos por la mañana. Tras tomar una cerveza frente a la ya visitada iglesia y claustro de Santa María de Oliveira (con olivo centenario sustituido), decidimos comer en un restaurante recomendado por Tripadvisor llamado Hool (Hotel da Oliveira)  en una plaza contigua. Contra lo habitual en estas tierras, los platos eran escuetos aunque su calidad y el trato de sus jóvenes camareros no deslucían. Después hemos subido las cuestas hasta  su palacio y el castillo y entre ambos la ermita románica de San Miguel que alberga la pila donde fue bautizado el primer rey de Portugal.

Nos acompañó la suerte y pudimos tomar un tren de vuelta a Oporto que salía solo unos minutos después, llegando a nuestro destino sobre las 19:30.

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Casa modernista en Aveiro


Aveiro  (6ª jornada 23-8-17)

Este día viajamos, también en un cercanías (1 hora) a Aveiro, “la Venecia portuguesa” (tópico) por sus canales, pocos, y sus “góndolas” de enorme tamaño para albergar muchos viajeros. Se ve que han aumentado su tamaño a juzgar por un modelo más antiguo que hemos visto en el Museo de Aveiro.

Lamentablemente no hemos podido avistar el mar o las  playas  porque se hallan a 10 km. debido a que la ría, por un proceso de evolución geológica, fue cerrando la bahía donde se encuentra esta localidad.

Recorrimos una calle que en sus inicios se llama rúa Coimbra y en el segundo tramo y más largo “Héroes de la Gran Guerra”, estaba decorada con figuras de peces y otras especies marineras confeccionadas en tela o tejido y colgantes de redes de pesca. Naturalmente me ha recordado a nuestra calle Imágenes. Luego hemos visto muchas y bellas casas modernistas (Arte Novo), en una de las cuales se encuentra la Oficina de Turismo y otra cercana que alberga el Museo do Arte Novo de la ciudad que resultó un tanto pobre en su contenido.

Cuando fuimos a comer (pronto) todos los restaurantes estaban atestados e incluso con colas, así que después de dar una vuelta por los canales cercanos decidimos entrar en uno en que había comido mi compañero de viaje en una ocasión anterior. Era un restaurante popular en el que nos dieron mesa pero en el que tardaron muchísimo en servirnos. Aunque el precio, la calidad,  abundancia de la comida y la amabilidad del camarero han hecho merecer la pena. Yo pedí “chanfaina”, porque pensaba que sería igual que la que tomé en el antiguo Riaño, cuando nos invitaron dentro de una Jornadas contra la construcción de la presa que acabó sepultando el viejo pueblo en 1984, pero era solo carnero.

Luego, mientras fumaba  antes de penetrar en el Museo Modernista, me ha abordado un ciclista de pinta dudosa pidiéndome un cigarrillo que agradeció mucho. Nos ha hablado en varios idiomas y al decirle que éramos españoles se ha extendido en las similitudes o hermandad entre españoles y portugueses. Y nos informó de que esa casa modernista perteneció a una  anciana.

Son productos típicos de la ciudad la sal (aunque no hemos visitado sus salinas) y unos pasteles llamados “Ovos moles” de los cuales hemos comprado una caja de la que yo solo comí 1 porque estaban rellenos de huevo, como los “Huesos de Santo” o las “Yemas de Santa Clara”… y no me gustan las yemas.

Afortunadamente volvimos a Oporto pronto, volviendo a tener la suerte de tomar el tren que salía tan solo 15 minutos después de nuestra arribada  a la estación (17 horas). Y es que lo prefería así para llegar con tiempo de relax y disfrutar en la noche de “O Lusitano”, que parece que abre a partir de los miércoles. Lo pasamos bien allí, distendidos, con buena música y conversación.

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 Casa da Música

Oporto-Coimbra (7ª  jornada, 24-8-17)

Como el tren que nos trasladaría hasta Coimbra, nuestra nueva residencia, salía sobre las 15 horas, aprovechamos la mañana para asistir a una visita guiada en inglés a la “Casa da Música” construida por el arquitecto Rem Koolhaas, de triste recuerdo en Córdoba por su frustrado proyecto de “Palacio de Congresos”.

Me gustó mucho el edificio, su idea (un meteorito), la funcionalidad (como los vidrios ondulados), la investigación con nuevos materiales o el aprovechamiento de espacios (todos muy geométricos), sin perder de vista el gusto estético.

Luego nos dirigimos al cercano  “Mercado del Bon Suceso” (que funciona como el “Mercado Victoria” en Córdoba) pero de diseño moderno y construido “ad hoc”. Después volvimos al hotel donde habíamos dejado las maletas y nos encaminamos a la estación de Campanha desde la que partía nuestro tren hacia Coimbra, de cuya estación casi nos pasamos porque el viaje duró menos de lo previsto y yo estaba dormido.

El nuevo apartamento no tiene parangón con el cuchitril anterior: 2 dormitorios, un baño, un aseo, un gran y confortable salón y terraza exclusiva en un jardín con un toque zen, con un único, espigado y florido árbol (que después de nuestra visita al Botánico nos enteramos de que se trataba del Árbol de Júpiter”)  y excelentes vistas a la parte nueva de la ciudad. Todo parecía nuevo, funcional y de muy buen gusto. Y la chica que nos atendió fue insuperable. Un relax.


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Entrada a a la Universidad de Coimbra

Coimbra  (8ª jornada 25-8-17)

Hemos estado moviéndonos por la ciudad. Obviando el cercano Jardín Botánico, hemos seguido la línea del antiguo acueducto romano hasta llegar al corazón de la Universidad, en donde hemos visitado su antigua Biblioteca (¿salió también en una película de Harry Potter?),  la capilla, el Aula Magna y sus vistas sobre el río Mondego. Tras visitar el oscuro Museo de Ciencias, interesante pero con baja iluminación y un tanto descuidado, a pesar de su agradable portero y otro personal subalterno que nos atendió magníficamente.

En busca de un lugar donde tomar una cerveza, al poco encontramos una terracilla frente  a uno de los ábsides de la Catedral (o Sé) Vieja, tras lo cual nos dirigimos en busca de un restaurante que encontramos pronto: “O trovador”. Allí un grupo familiar que parecía chino nos entretuvo con su niño. En cuanto a la comida hemos seguido la recomendación de sus adustos camareros, por lo que hemos pedido cochinillo. Allí me ha llamado la atención algo que ya había visto en otro restaurante portugués de no sé qué ciudad que habíamos visitado: una taza o cuenco para picar o mojar aceite, junto a la típica mantequilla y, en este caso, paté de sardinas y un platito de “olivas” que me han recordado a los amigos Inma Criado y José Luis Reyes, por su afición al aceite.

Luego hemos bajado para encontrar la Oficina de Turismo donde un joven muy amable nos ha indicado cómo llegar hasta el yacimiento arqueológico de Conimbriga e incluso hasta Batalha. A la vuelta hemos visitado la Catedral (Sé) Vieja y su claustro. Tras lo cual yo, agotado (eran más de las 17 horas) he optado por retirarme y hemos llegado a nuestro apartamento pasadas las 18 h. Es verdad que hemos dejado atrás muchas cosas, pero ¡Todo no puede ser!

Como también hubimos de desechar la excursión al bosque (o jardines) de Buçaco, en gran parte debido a los aterradores incendios que sufría Portugal en esos momentos y, en este caso, cuando nos enteramos de que el gran hotel neomanuelino había sido desalojado ante la amenaza de que las llamas diesen buena cuenta de sus ocupantes.


 Casa de las Fuentes (Conimbriga)

Coimbra 2 (Conimbriga) 26-8-2017

Hoy hemos comenzado la jornada dirigiéndonos al impresionante yacimiento de Conimbriga, la Coimbra romana, que dista unos 10 km. del núcleo urbano. Hemos optado por un taxi para evitar horarios de autobuses especiales. Acordamos con el taxista abonarle 30 € incluida una espera de 1 hora, pero nos hemos demorado ante lo impresionante del yacimiento y su museo. Al final hemos permanecido allí casi dos horas y el taxista (que dormitaba cuando volvimos) nos ha cobrado 52 €, con llegada al Monasterio de Santa Clara la Nueva. Tras tomar una cerveza, hemos visitado el monumento acompañados por un guía en su parte de clausura. El claustro, barroco, me ha resultado muy potente por su arquitectura. Luego hemos bajado hacia el monasterio viejo (Santa Clara la Vieja), pero antes de penetrar en él hemos comido en un cercano restaurante en el que yo me he despachado un enorme plato de almejas gigantes (el único plato que he sido capaz de comerme completamente en este viaje), mientras Alberto se ha decantado  por una especialidad de la casa llamado “Bacalhau ao Convento” que no ha podido terminar y del que yo me he aprovechado de su guarnición de patatas fritas al estilo de mi abuela.

Después hemos acudido al monasterio viejo: Santa Clara la Vieja, que fue abandonado por las crecidas del río Mondego a fines del siglo XVII y trasladado más arriba, a salvo de las inundaciones del río. Hemos visitado su centro de interpretación, donde además hemos visitando un vídeo sobre su origen, evolución y la vida de la reina Santa Isabel. Tras volver al apartamento en taxi, para evitar calor y cuestas, hemos pasado la tarde relajados y frescos en la terraza de nuestro apartamento.


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Fuente central del Jardín Botánico de Coimbra

Coimbra 3 (27-8-17)

Para hoy no teníamos claro si viajar al  monasterio de Batalha o quedarnos aquí visitando sitios interesantes como el Jardín Botánico ubicado cerca de nuestro apartamento y el Museo Machado de Castro y su criptopórtico romano. Al final, después de lo cansado que llegué el día anterior y teniendo en cuenta que a Alberto le daba igual porque ya había visto el mencionado convento, decidimos quedarnos aquí y de paso evitar otro desplazamiento de 60 km. más los tiempos de espera ¡Otra vez será!

De modo que hemos comenzado por el Jardín Botánico, que en realidad funciona como parque público que cierra a la caída de la tarde. Había árboles rotulados con sus nombres en portugués y   el científico. El Jardín es bello, con una fuente central y escalinatas con arcos en sus accesos. Me ha llamado la atención un tipo de eucalipto de corteza lisa y casi blanca y ramas que caen hacia abajo, como los sauces llorones y un tipo de araucaria australiana con las hojas muy grandes. Había otras variedades de eucalipto, así como ginkgos, adelfas muy altas, palmeras, tilos y un arce de escaso porte cuyas hojitas (pequeñas) parecían de cannabis… Ha resultado un plácido e instructivo paseo. Los invernaderos y un amplio sector del jardín estaban cerrados al público. Entre los árboles y plantas se exhibían grandes fotos cedidas por gente de diferentes épocas; fotos familiares de personas que se retrataron allí.

Luego nos dirigimos al museo donde estuvimos hasta las 14 horas. Comenzamos la visita por el criptopórtico, para seguir por los restos del claustro de la iglesia de San Juan que se integran en el museo. De ellos destacan las terracotas de la Santa Cena, además de joyas y colecciones orientales. Pocas cosas pero muy bien musealizadas.

A la salida cerveza en la misma terracita de dos días antes frente al ábside de la Catedral (Sé) Vieja. Tras lo cual nos hemos dirigido al restaurante de esta zona en el que comimos la otra vez (O Trovatore) pero estaba cerrado por ser domingo, de modo que nos encaminamos a la zona del Hotel Astoria, de cuyos restaurantes teníamos buenas referencias. Al final hemos entrado en uno, A Cozinha da Maria, no muy grande y lleno solo a la mitad. A pesar de la hora (casi las 3 de la tarde),  nos han admitido, pero cuando hemos pedido el plato (yo quería pez espada al grill) nos han dicho que se había terminado pero que nos recomendaban el mero, cosa que hemos aceptado y de lo que no nos hemos arrepentido a pesar de que nos advirtieron que tardaría entre 20 y 25 minutos en estar listo, y nos sugirieron, mientras tanto, tomar queso o chorizo (casi longaniza) por el que finalmente optamos. Al pedir la bebida (vinho verde)  el camarero nos advirtió que era mejor pedir una botella si pensábamos tomar una 2ª copa. Siguiendo su sugerencia hemos pedido botella que nos sirvió con esos artefactos nuevos que la envuelven y la mantienen fría.

El resto del tiempo tras la comida lo dedicamos a comprar regalos. Cumplido nuestro propósito, volvimos al apartamento y su relax. Al día siguiente nos esperaba el regreso a España.

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El retorno (accidentado).  (28-8-17)

Volvimos a desayunar al cercano bar Abilio y luego subimos hasta el mirador de Penedo do Castro desde el que las vistas no eran mejores que desde nuestro apartamento. Recogimos las maletas y nos encaminamos a la estación nueva. Allí vimos que nuestro tren venía con casi 1 hora de retraso. Afortunadamente, como llegamos con antelación, pudimos cambiar el billete para otro “comboio” que llegaba antes y además nos devolvieron dinero (se ve que era de menos categoría). Llegados a la estación de Oporto nos trasladamos a su aeropuerto en el tren de cercanías. Teníamos tiempo de sobra y comimos un bocadillo y algún pastel de fina hoja (también con huevo!). Hubimos de pagar una cantidad de dinero extra para facturar las maletas, cosa no prevista, para nuestro pequeño avión de IBERIA, que salió puntualmente. Llegamos a Madrid y lloviznaba. Y ahí empezó nuestra odisea, al ir a recoger las maletas. En la cinta estuvimos casi media hora esperando y no aparecía ninguna, aunque la pantalla de esa cinta indicaba que se correspondía con nuestro vuelo. Desesperados, decidimos pasar a la acción: Alberto se quedó vigilando la cinta y yo me fui a la sección de reclamaciones, donde me encontré con una enorme cola de personas con similares problemas. Concretamente la familia que estaba delante de mí se quejó de que una maleta venía completamente vacía. Tras una hora en la cola por fin nos llegó el turno; la amable encargada que nos atendió nos informó de que las maletas se habían quedado en Oporto por falta de espacio en la bodega de la aeronave (y creemos que esto se debe a los numerosos “equipajes de mano” *). Nos instó a poner una reclamación y nos dijo que llegarían al día siguiente sin precisar la hora (mañana o noche) y que si no podíamos recogerlas allí nos las enviarían prontamente a nuestro domicilio. Pusimos la reclamación pero con tanta demora perdíamos el tren reservado a Córdoba, el último. Entretanto llamé al servicio de atención al cliente de RENFE explicando el problema y solicitando el cambio de billetes para el día siguiente. La señorita que atendió la llamada me insistía en que el cambio de billete solo podía hacerlo en la estación y antes de que saliese nuestro tren, cuando el problema era precisamente ese: que ya no nos daba tiempo a desplazarnos desde Barajas a Atocha para coger el tren. Me colgó porque había rebasado los 9 minutos con mi llamada y que ella no podía hacer nada. De modo que hubimos de buscar un hotel para pasar la noche en Madrid (otro gasto añadido). Alberto concertó uno conocido en la calle Atocha y muy cercano a la estación. Y muy de mañana se dirigió a sacar los billetes para el primer tren a Córdoba. Mientras tanto no paraba de recibir mensajes de IBERIA de que las maletas estaban localizadas y estaban en trámites de hacernoslas llegar. Imposible contactar con una persona en la web de reclamaciones: todo eran mensajes o anuncios automáticos de que nuestro problema estaba en vías de “solución” y recibiríamos las maletas en breve. Pasado un tiempo prudencial (2 días) sin que se produjera la llegada de las maletas, Alberto se decidió a viajar a Madrid y por fin recuperarlas (tiempo y dinero gastado). ¡Menos mal que al menos llegaron intactas! Pero el sofocón fue impresionante.

*  El “equipaje de mano” es una auténtica plaga y perjudica claramente a los que facturamos el equipaje (y pagamos por ello): retrasa la salida del vuelo y la recogida de maletas al resto de pasajeros porque tienen prioridad y, como ha sido el caso, ocasionan una enormidad de trastornos. Naturalmente hemos puesto una reclamación para que nos abonen la noche de hotel en Madrid y la pérdida de los billetes de tren. Ya hemos mandado toda la documentación necesaria. Ahora a ver si la pagan, cuanto y cuando… En fin, ineptitud, chapucería, falta de responsabilidad, porque ¡Habrá algún responsable de este desaguisado! Y debería pagar las consecuencias ¿No?

PD: En casi todos los museos y monumentos que hemos visitado nos han preguntado amablemente si éramos mayores de 65 años, para aplicarnos la tarifa reducida. Una deferencia sin duda, que nosotros hemos negado a tenor de la verdad. Pero que de algún modo nos ha preocupado porque no creíamos tener aspecto de esos años.



13.9.17

La odisea de los rabadíes



Aunque la portada de este libro nos puede llevar a considerarlo una novela histórica (como me ocurrió), se trata de una obra científica, de Historia, bien documentada, que a lo largo de sus 413 páginas nos ilustra sobre sobre uno de los acontecimientos más importantes de la historia de Al Andalus en época omeya: La rebelión del Arrabal de Saqunda durante el emirato de al-Hakam I (818). Un hecho poco difundido hasta ahora pero que tuvo mucha trascendencia.

El subtítulo de “El primer exilio hispano” hace alusión a los distintos exilios que ha sufrido nuestro país a lo largo de sus historia -no pocos- y que tienen como último ejemplo en el sufrido por los republicanos españoles ante el triunfo de las fuerzas fascistas en la última Guerra Civil (1936-39).

La obra autoeditada  (¡Qué valor! Aunque una ventaja de nuestra época de Internet), está muy bien estructurada en 8 capítulos y un epílogo al que sigue una extensa y precisa bibliografía. Desde el contexto histórico y geográfico de los hechos hasta sus últimas consecuencias: la fundación de un emirato andalusí en Creta que duró casi 150 años (lo cual no es poco). Numerosas citas y fuentes contrastadas, tanto cristianas (bizantinas) como musulmanas, apoyan las tesis de su autor.

Aunque la presentación del libro está prevista para la semana próxima no he podido resistir la tentación de publicar esta reseña inmediatamente después de terminar de leerlo.

De momento se puede adquirir en dos librerías de Córdoba: La República de las Letras y Librería Luque.