4.8.19

Madrid-Vitoria-Bilbao


Calle en la Parte Vieja de Vitoria

Todo comenzó con la propuesta de un amigo para visitar la exposición “Miradas afines” que por estos días se expone en el Museo del Prado. Le dije que porqué no extender el viaje a Vitoria y Bilbao, porque la primera no la conocía -a pesar de haber estado muchas veces cerca y de que todo el mundo coincide en que es una bella ciudad- y en cuanto a la segunda ha había estado “long time ago” pero sin ver terminado su museo Guggenheim.

Nada más a llegar a Madrid y dejar la maletas en el cercano hotel Paseo del Arte, nos dirigimos al Prado. La exposición me encantó, entre otras razones por poner de manifiesto los puntos de contacto de varias escuelas de pintura europeas del siglo XVII por encima de hacer hincapié en los nefastos nacionalismos hoy tan en boga. 

Allí había también una exposición dedicada a Fra Angelico y su época que no vi detenidamente porque me sentía saturado de imágenes e información. Luego comida en el restaurante Edelweiss -a la espalda del Congreso de los Diputados- hoy convertido en una mezcla de comida occidental y oriental.

Al día siguiente traslado a Vitoria en tren con breve escala en Valladolid. Llegamos a mediodía bajo la lluvia prevista y luego fuimos a comer a un restaurante cercano y recomendado por el hotel NH Canciller Ayala: El Berenjenal, lugar moderno pero acogedor con precios de la gama media-alta, dónde dimos cuenta de un besugo e ijares de atún. Ambos jugosos y exquisitos.

A la mañana siguiente visita al casco histórico vitoriano: calles pulcras, rincones preciosos, iglesia de San Miguel y la catedral Vieja, además de su “nevera” del siglo XIX junto a las antiguas murallas. Todo muy bien conservado. Vitoria me gustó mucho: tranquila, bella…

Nevera

Panel nevera


En la jornada posterior traslado a Bilbao, donde pernoctamos dos noches en el hotel Petit Palace Arana, un hotel high tech situado en la Parte Vieja pero colindante con el ensanche y muy cercano a nuestros objetivos: el Guggenheim y el Museo de Bellas Artes. Éste último me encantó. Y lo hizo por su selecta y variada colección, así como por su organización en salas ordenadas alfabéticamente pero de forma temática: por ejemplo, la “A” de azul, la “M” de madre, la “V” de vacío, etc.

El almohadón rojo, de G. Cesetti, en el Mº de Bellas Artes de Bilbao

A mediodía comida en la casa familiar de Mª Jesús Monedero y su agradable y hospitalaria familia (hospitalidad vasca siempre). Además Mª Jesús nos había dejado en el hotel abundante y útil documentación sobre la ciudad y dos invitaciones para visitar la obra de Gehry, lo que hicimos a la mañana siguiente, no sin antes visitar su catedral, el Mercado de la Ribera y la iglesia de San Antón.

El contenido del Guggenheim me decepcionó, aunque estaba avisado, pero es que la construcción de este museo ha contribuido mucho a la mejora de la ciudad, convirtiendo espacios llenos de antiguas instalaciones industriales y portuarias abandonados, sucios y yermos por la reconversión industrial, en lugares de esparcimiento, agradables y palpitantes de vida.

Luego comida de despedida con Mª Jesús y su familia en el restaurante Iruña, con aspecto neomudéjar acogedor y con azulejos de anuncios de vinos y licores de factura andaluza.

Y después, regreso accidentado: nuestro vuelo a Málaga sufría retraso (huelga de algunos aeropuertos españoles), lo que ocasionó que perdiese el último tren a Córdoba, por lo que me vi obligado a pernoctar en Málaga con mala suerte. Y no solo porque el hotel al que me dirigí estaba completo, sino porque el tren que pensaba coger al día siguiente estaba anulado (huelga ferroviaria) y el anterior tenía completa la clase Turista, por lo que hube de aceptar el viajar en Preferente y su coste. Solo una  reflexión ¿Por qué los usuarios somos las víctimas principales de este tipo de huelgas?


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