Estaban previstas las 19ª y 20ª etapas de este sendero que
transcurrirían por las provincias de Málaga y Granada (Sendero andaluz).
Como en ocasiones anteriores nuestro epicentro fue el Hotel
El Capricho en Villanueva del Trabuco. Igualmente, una avanzadilla decidió
marchar antes para comer en El Caserío de San Benito para luego luego dormir plácidamente la siesta y
esperar la llegada del grueso de los demás expedicionarios, que lo harían bien
entrada la tarde.
1ª JORNADA
A las 20:30 horas tuvimos reunión informativa a cargo del
coordinador, Manolo Morales y de los dos guías de la empresa Los Pindongos
(Jesús y Guillermo) que nos acompañarían en las dos jornadas siguientes, a las
que también acudieron dos alumnos en prácticas del Ciclo Formativo de Deporte y
Monitores de Tiempo Libre, cuyos nombres no recuerdo, poco comunicativos,
aunque luego supimos que la chica había ganado varias competiciones de escalada
y el chico jugaba al fútbol. Tras la charla recibimos
obsequios (as is issual) como un gran paraguas blanco para cada uno, emblematizado al igual que un gorro azul, también emblematizado y un bolígrafo de Villanueva del Trabuco.
Trifinio
2ª JORNADA
No recuerdo bien si antes o después de la suculenta y
apetecible cena, se procedió al montaje de mi scooter, que había venido
descuartizado en dos coches, y que -a la mañana siguiente- estuvo listo en la
furgoneta que nos conduciría a los del Grupo B (no andarines) a diversos
parajes y pueblos como Villanueva de Tapia (para ver su trifinio, un monolito
que debe su nombre a que es el punto donde convergen los límites de 3
provincias: Málaga, Granada y Córdoba). El monumento tenía relieves en cada uno
de sus lados con motivos de cada una de las provincias. De allí nos trasladamos
a Iznájar, donde aparcamos en la parte baja del pueblo, junto a un mirador
sobre su embalse (el más grande de Andalucía) y de allí nos encaminamos a la
parte alta del pueblo, donde se encuentran sus monumentos. A medio camino,
Charo y yo decidimos hacer escala en la terraza de un bar mientras los demás
ascendían al centro histórico. Y tan bien apalancados estábamos allí que al
final no seguimos sus pasos y los esperamos en la terraza, pero, como el tiempo
pasaba y no acababan de bajar, emprendimos el regreso hasta donde habíamos
dejado aparcada la furgoneta que nos conducía. Llegaron poco después de
nosotros y emprendimos la marcha hacia nuestro siguiente destino: el Bar Loli
en Villanueva de Algaidas, donde nos juntaríamos los grupos A y B para
compartir la comida. Los del B llegamos mucho antes que los andarines. Allí la
terraza estaba repleta de una concentración de cazadores entre la que hubimos
de abrirnos paso para acceder al comedor, donde M. Morales había reservado mesa
que encontramos dispuesta. Comimos raciones a buen precio y algunos probaron el
arroz sobrante encargado por los cazadores. Según el testimonio de quienes lo
probaron, estaba para pegar azulejos. Tras postres y cafeses, nos encaminamos
hacia la ermita mozárabe y rupestre cercana a La Atalaya. Tenía adjunto un
monasterio posterior semiderruido por la desamortización de Mendizábal. El
conjunto estaba cercado y cerrado, pero algunos/as audaces lograron penetrar en
ambas construcciones, lo cual -por malentendidos- demoró nuestra partida hacia
el nacimiento de El Chorro (río Cerezo) al que afortunadamente pudimos llegar
con luz solar. Un espectáculo de aguas gracias a las abundantes lluvias
invernales. Allí, mientras hablaba con Charo sonreí, ante lo cual ella me
preguntó por qué lo hacía; le contesté que era por las cosas tan maravillosas
que mis ojos habían visto, como aquello, a lo largo de mi vida, cosa que me
recordó a la escena casi final de Blade Runner en la que el replicante,
viendo que se acababa su tiempo para el que estaba programado, confiesa al
cíber-policía que lo perseguía (Harrison Ford) -entre lágrimas y lluvia, pena y
nostalgia- que había visto atardeceres en Tannhäuser
y otras maravillas de la galaxia o el Universo. Humano, demasiado humano, que decía
Nietzsche.
Nacimiento de El Chorro
Estaba previsto que
acudiésemos después a visitar la fuente de los Cien Caños, esta vez repleta de
agua, y que no pudimos ver la vez anterior por la sequía. Pero ya era tarde y
además recibimos aviso de que aquello estaba colapsado de tráfico por la
afluencia de visitantes, hasta el punto de que tuvo que acudir la Guardia Civil
para poner orden en el atasco. Así que
volvimos al hotel cuando ya empezaba a anochecer.
Tras la cena cantamos una estrofa de la canción de Albano y Romina Power llamada "Felicidad" en homenaje al 50º aniversario de bodas de nuestros ausentes amigos Esperanza y Joaquín.
3ª JORNADA
A la mañana siguiente, y en vista de las previsiones de
lluvia, el grupo A decidió no abordar la etapa prevista (20ª) y añadirse al
itinerario en coches previsto para el B. En primer lugar nos dirigimos a Loja
(lugar de nacimiento de mi abuela materna Carmen). Habíamos quedado en un
mirador llamado “de Sylvania” en honor al mítico e inexistente reino creado por
los hermanos Marx en su película Sopa de ganso. Desde allí había una buena
panorámica de la localidad, su parte alta, antigua, monumental, a la derecha, yun
enfrente y abajo, la expansión nueva hacía el río Genil y la vía del
ferrocarril. El grupo de cabecera se desgajó y subieron a la parte alta, aunque
por poco tiempo, ya que habíamos de visitar la fuente de los Veinte Caños, a
medio camino entre el marxista mirador y la parte monumental del pueblo. Pero
el tiempo apremiaba pues teníamos una visita guiada a la villa romana de Salar
que entre Charo, Juani E. y P. Ortega habían concertado el día anterior. Visita
sugerida por la primera en vista de los excelentes mosaicos que nos mostró en
fotos. El problema es que solo habíamos podido reservar on line plazas para
nueve personas ¡y éramos dieciocho! Así que, con más moral que el Alcoyano, nos
presentamos todos en el Centro de Interpretación del yacimiento para hacer
presión. Hubo éxito y todos pudimos visitar esta villa y sus magníficos
mosaicos, historia y peculiar estructura y que, por su ninfeo, me recordó a la
villa romana de El Ruedo (Almedinilla,Córdoba). Allí Charo nos tenía preparada
una sorpresa: la asistencia y explicaciones de su amigo José A. González Núñez,
autor del libro Guía de la villa romana de Salar y otros volúmenes al
respecto, que nos ilustró sobre el programa iconográfico de sus excelentes y
extensos mosaicos. Al salir volvimos a
los coches para dirigirnos al restaurante donde teníamos concertada la comida,
llamado Morana y ubicado en Cuevas de San Marcos. De primero tomamos un abundante plato de
arroz que -afortunadamente- no tenía nada que ver con el del día anterior.
Luego vinieron platos de diversas raciones (lomo, calamares, boquerones…) a
compartir entre cada cuatro comensales. Naturalmente sobró comida y entraron en
funcionamiento los tuppers. Teniendo en cuenta esta experiencia y la del día
anterior, llegué a la conclusión de que esta zona no es la más adecuada para
comer pescado, a pesar de su cercanía al mar.

Portada del libro Guía de la villa romana de Salar
Tras los postres despedida general bajo la lluvia que hasta
ese momento nos había respetado.
P.D.: Muchas "villanuevas" que supongo fruto del avance cristiano en su expansión hacia el sur.
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