7.1.19

Maldito dinero




Sí, maldito. Todo lo corrompe. Ni el amor se salva; ni los sentimientos. Nada está a salvo de su poder. Ya lo escribieron mucho mejor que yo, hace siglos, el Arcipreste de Hita o Quevedo.

Mirando retrospectivamente tras mi larga vida, resulta que los mejores años que he pasado han sido aquellos en que apenas lo poseía. Tal vez porque por entonces era joven y no echaba muchas cuentas de él: cuando lo tenía aprovechaba para ir de viaje, eso que tanto me gusta; o para comprar un libro anhelado. Las amistades y los amores eran francos entonces. Y ahora me siento preso de él. Tal vez por las responsabilidades familiares o sociales; no lo sé. Cada vez sé menos; cada vez entiendo menos este mundo.

Ya escribí hace tiempo sobre el consumismo que nos inunda, causa de tantos males para muchas, muchísimas, personas. Y no he podido sustraerme a sus efectos; a pesar de que lo he combatido desde todos los frentes; con todas mis fuerzas y con todos mis medios.

Pero se ve que no estoy hecho para relacionarme satisfactoriamente con el dinero; cuando he conseguido ahorrar alguno siempre se me ha ido por alguna causa externa y sobrevenida. Nada racional.


Heme aquí, otra vez humillado por el Dios Dinero (¡Qué fracaso el mío!).



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