11.5.17

PASEOS DE JANE 2017


Inicio de la ruta (Foto gentileza de Paco Madrigal)

Este año he vuelto a participar como guía en esta magnífica iniciativa que me parecen los Paseos de Jane. Si no lo he vuelto a hacer en sus últimas ediciones ha sido por falta de tiempo, que no de ganas ni ideas.

En esta ocasión me he ocupado de los nombres y lugares de sitios que recorrí en mi infancia y que, por las transformaciones urbanas de los últimos cincuenta años, se van perdiendo en el olvido.

Torre de los Perdigones (Foto tomada del blog Puerta de Osario)

No ha sido un paseo monumental. De hecho el único monumento que aun perdura es la Torre de los Perdigones de Córdoba, en la calle Juan Tocino. Lo demás han sido calles, plazas o solares cuyos antiguos nombres populares a veces se han ido perdiendo, debido a sus nuevos usos (residenciales) con jóvenes habitantes que desconocen su historia. Ha sido un paseo en el tiempo, por la memoria, mucho más que por la actual fisionomía de esta zona (tan poco atractiva, por otra parte).

El recorrido comenzó en la confluencia de las calles Muro de la Misericordia, Cárcamo y  Jardín del Santo Cristo (antiguo “Jardín del Piojo”). De allí seguimos por la calle Fernando de Lara, bordeando los restos de la antigua muralla almorávide hasta llegar a su lienzo donde quedan restos de la “Casa de los Locos” (antiguo Hospital Psiquiátrico).

Luego nos paramos en tres bocacalles de las que expliqué el origen de sus nombres (me gusta mucho la toponimia): calles Juan Tocino, Nieves Viejas y Pozo Dos Bocas. Y en los usos que tuvieron: huertos. Así rememoramos nombres: Huerto de Cecilia, Huerto de Cobos, Huerto de la Paja (el de mis abuelos)… Y las Costanillas, para finalizar en la plaza del Huerto Hundido, donde se encontraba el Cine Florida, cine de verano desaparecido como tantos otros.

Fin de la ruta: plaza del Huerto Hundido (Foto gentileza de Paco Madrigal)

Durante el paseo algunos asistentes intervinieron asentando o incorporando datos y recuerdos. Eran antiguos vecinos de la zona con cuya presencia no contaba y de los que no sé como tuvieron conocimiento de la convocatoria de este paseo. Fue grato.

Por todo ello seguiré apostando por los Paseos de Jane: pasear por la ciudad, en sí, es un placer; pero si la contemplamos como un libro abierto es mucho mejor. Agradable e instructivo.


Para los que vivimos en ciudades, los Paseos de Jane son un revulsivo y un estímulo para convertirlas en más visibles, más amables, más divertidas, más humanas.

1 comentario:

Paco Madrigal dijo...

Fenomenal, como todo lo tuyo, y muy didáctico.