Me incorporé al IES MEDINA AZAHARA en septiembre de 2009. En la primera reunión de mi departamento sufrí dos shocks. Ambos debidos al reparto de horarios. El primero porque asistió la directora del Centro y tuvo una fuerte discusión con un interino respecto a las asignaturas que debía impartir; nunca había asistido a un enfrentamiento tan verbalmente violento en mi ya larga carrera docente. Una vez terminado este episodio y marchada la directiva, se me negó la posibilidad de impartir la materia de Geografía de España (mi especialidad) en 2º de Bachillerato, con la que se quedó una compañera con más antigüedad en el instituto, ejercitando su legítimo derecho. Me sentó fatal y tuve que hacerme cargo de la Historia de España de ese mismo nivel y además de la rama de Letras (el alumnado más flojo) del que, además, hube de ser tutor en un curso en que la legislación de Selectividad (o PAU) estaba cambiando.
Entre los aspectos negativos el edificio resultaba oscuro y carcelario, con las aulas en las plantas superiores a modo de galerías. Menos mal que las aulas estaban bien iluminadas por sus ventanales. Su fachada estaba diseñada hacia afuera, sobresaliendo el SUM que a ambos lados y retranqueadas, tenía las dos entradas de acceso al edificio, de las cuales solo una estaba operativa para acceder a su interior. La otra solo se abría al terminar la jornada lectiva para facilitar la evacuación del alumnado.
Por suerte también había aspectos positivos, como participar en su programa de bilingüismo, en su año 1, con un grupo de alumnos de 1º de ESO supereducados, atentos y amables. Igualmente el profesorado me acogió con amabilidad y respeto y entre ellos contaba con el apoyo de al menos tres a los que ya conocía de antes por varias razones. Eran amigos que me animaron a aceptar ese centro por su buen ambiente y alumnado exquisito.
En ese curso, la coordinadora TIC me pidió una foto de la fachada del centro para incorporarla a su página web; tarea difícil por cuanto, como he dicho antes, la fachada estaba contrahecha y además, desde el exterior, la verja impedía una buena foto desde la calle. Así que recurrí, casi en plan cubista, a cuartear la foto y recomponerla con distintas tomas a base de columnas verticales. Creo que no quedó mal y, aun a día de hoy, la Asociación de Madres y Padres “Zahorí” la sigue utilizando, aunque con la ampliación del edificio entre 2016 y 2017 la construcción original ha quedado desplazada porque se ha hecho hacia su lado derecho (sur).
También se me ofreció la posibilidad de formar parte del equipo TIC en función de que ya lo había pertenecido en Montoro. Decliné, pues mi experiencia en Montoro en ese equipo era recibir las incidencias comunicadas por el profesorado: que si este ordenador no funcionaba, que si el teclado de tal otro le faltaban teclas o que la conexión de internet no funcionaba en tal aula… en fin, cuestiones técnicas que solo podría solucionar un soporte técnico externo que no existía.
Ciertamente los aspectos positivos compensaron: un viaje a Portalegre (Portugal), una zona ignota para mí, dentro de un proyecto de intercambios (Comenius) en el que participaba el centro. Mi compañero de aventura era Alberto R. y el grupo, alumnado excelente, era reducido, sin llegar a diez, que además dormían en casa de sus alumnos “partners”, con lo cual las noches eran tranquilas en el acogedor hostal en el que los profesores nos alojábamos, en el centro de la localidad. El profesorado portugués excelente. Nos invitaron a comer en dos ocasiones: una en la casa de su directora y otra en restaurante donde degustamos la siempre excelente comida portuguesa. Otro día comimos en el comedor del instituto luso la misma y buena comida portuguesa. En su sala de profesores se nos acogió estupendamente y la Profesora de Inglés, la responsable del intercambio, se declaraba admiradora de España, especialmente de los toros y la sanidad, a la que recurría con frecuencia dada su cercanía a la frontera.
Plátano centenario do Rossio (Portalegre)
Nos habían organizado excursiones por los alrededores, y así conocí Marvao, tan medieval, Castelo deVide, Alter do Chao… Lamentablemente perdí muchas fotos que había hecho. También acudimos a Lisboa: Torre de Belem, monumento a los Descubrimientos, Puente 25 de abril de traza moderna, monasterio de los Jerónimos de un gótico tardío. Lamentablemente, para satisfacción del alumnado, hubimos de acudir a comer a un McDonald (a pesar de la excelente gastronomía portuguesa) y luego a una afamada “pastelaria” con unos dulces típicos, dónde guardamos cola. Luego al Oceanográfico, en la zona más moderna de la ciudad, construida para su Exposición Universal de 1998. Allí me llamó la atención una juguetona nutria que se exhibía ante los espectadores sin pudor y gozosa de sus evoluciones acuáticas.
Nutria
En aquella ocasión nos acompañaba un grupo de alumnos turcos tan disciplinados, silentes, reservados y poco comunicativos, como su profesor acompañante.
En ese curso, año 2010, se organizó en nuestro centro una Jornada de Solidaridad con Haití tras su devastador terremoto, en la que participé mayormente como cameraman de las distintas actividades que se organizaron para recaudar fondos en su favor. Fue un éxito y, desde entonces, anualmente se siguen organizando estas jornadas en favor de diversas causas sociales. En aquella ocasión, lo recaudado se destinó a la reconstrucción de un hospital de monja en aquel país, causa defendida por el cura y profesor de religión del centro, que luego se jactaba de haberse llevado el gato al agua; además de que de las monjitas jamás recibimos ningún tipo de agradecimiento.
En resumen, un año de adaptación como si fuese un novato a mis 52 años de edad y 21 de docencia. Otros más jóvenes e inexpertos llegarían al centro años después apretando sin pudor para obtener prebendas basadas en la legalidad dada su situación familiar y de las que no me había aprovechado, por mi determinación de no obtener privilegios personales.
En este curso lectivo tenía un hueco a 5ª hora de los viernes en el que ahogaba mi depresión en un bar cercano para, así, poder afrontar la terrible 6ª y última hora de la semana lectiva. Me sirvió para soportarlo.
Otra cosa buena del Centro es que había poquísimos Claustros y eran de una duración que no rebasaban una hora. En el último, cuando me despedía casi a la francesa (como casi todo el mundo) ya en la puerta de salida me abordó la directora para proponerme ser el jefe del departamento DACE (recién crado) al siguiente curso. Acepté, pues me gustaba esa labor y además suponía una reducción de 3 horas lectivas, aunque sin saber lo que me esperaba.
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