24.6.24

Y en esas llegó La ESO, la ESA y más. (Autobiografía 25)

 

Inevitable, forzosamente se impuso la LOGSE, esa deplorable ley educativa que sigue en vigor en estos días que con otros nombres (le han cambiando tantas veces el nombre que ya no sé como se llama ahora). Con su llegada, nuestro centro, que era un I.B. (Instituto de Bachillerato), pasó a denominarse I.E.S. (Instituto de Educación Secundaria Obligatoria), o sea, una degradación pues el bachillerato no era enseñanza obligatoria, solo para quienes quisieran acceder a carreras universitarias, un alumnado, en fin, más formado y motivado. Con esta nueva ley también el cuerpo de Profesores de Bachillerato quedó degradado a Profesores de Enseñanza Secundaria, un caso excepcional en la administración estatal española en la que, toda reforma del funcionariado llevaba incluida una subida de nivel.

No sé quién eligió la desafortunada denominación -hilarante por otra parte- de ESO para esta nueva etapa educativa. Y no digamos la ESA (Educación Secundaria de Adultos). Peor lo tuvieron los nuevos centros (antiguos colegios) que por la escasa natalidad, fueron reconvertidos en IESOs en las localidades pequeñas de los alrededores. En cualquier caso el resultado fue que el bachillerato (antes de cuatro cursos) quedó reducido a solo dos (dicen que el más corto de Europa). La susodicha ESO comprendía cuatro cursos; para hacerse una idea, el 3º de ESO correspondía al 1º del eliminado bachillerato, pero las diferencias eran notables. El alumnado que llegaba a 1º de ESO lo hacía con grandes carencias, algunos hasta silabeaban al leer tras haber estado seis años en la EGB o Educación Primaria.  Menos mal que con la imposición de la nueva ley, llegaron maestros para ocuparse del Primer Ciclo de ESO. Lo cual causó algunas fricciones entre los recién llegados y los de bachillerato que ya llevábamos años en el centro, pues aquellos venían con todos sus privilegios (falsa antigüedad en el instituto) y su presencia amenazaba con desplazarnos a los que estábamos allí por oposición y concurso de traslados tras deambular por institutos de Andalucía. Así que no hubo más remedio que organizarse ante la amenaza y recurrir a abogados y finalmente a participar en la creación de una asociación -luego sindicato por razones de representatividad- que se llamó APIA (Asociación de Profesores de Instituto de Andalucía). En otras regiones españolas se produjo el mismo fenómeno y florecieron las asociaciones en defensa de los derechos de los de bachillerato.

Aparte de esto en nuestro centro, dado el talante conciliador de los miembros del claustro y la junta directiva, “la sangre no llegó al río” pues finalmente no hubo desplazamientos y acabamos trabando gran compenetración y una amistad entre todos que dura hasta hoy, ya todos jubilados.

Por aquellos años pasaron por el instituto varios profesores jóvenes y de valía, como Pedro Martínez (músico de Madrid) que provenía de lo que él llamaba el instituto Gamverroes, Olga Ovejero Larsson por su madre sueca,  que con el barullo de la ESO, abandonó su puesto de profesora de Música por oposición, para presentarse -y aprobar- las más duras oposiciones de Archiveros y Bibliotecarios del Estado y Fernando Lucio, encantador profesor de Filosofía que contaba con la simpatía de todo el alumnado.

Con el cambio de siglo y milenio se comenzó la construcción del nuevo instituto, en el contiguo Cerro del Águila. Y allí llegarían la ESA y el Bilingüismo. Pero eso lo dejo para la próxima entrega.

 

 


 

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