Allí me acogieron muy bien, como a otros compañeros jóvenes
que nos incorporamos al centro ese año (P. Villalón, B. Castro...) Al contrario que en los dos años anteriores el
PND o PAS (o sea, la administrativa y las conserjes) resultaron muy simpáticas
y serviciales. Además, como la mayoría del profesorado éramos o residíamos en
Córdoba, tenían organizado un eficaz sistema de turnos de coches para trasladarnos
entre aquella localidad y nuestro lugar de residencia, ahorrando gastos de
transporte y tiempo. Y los compañeros allí ya establecidos a nuestra llegada
eran estupendos (Juana C., Eladio, A. Cabedo, etc.) Conectamos pronto y bien. Y
todo bajo el director A. Navarro, de espaldas anchas y amplia correa.
Solo lamentar que a la vez que yo se incorporó como profesor
un elemento disruptivo, además en mi Seminario o Departamento de Geografía e
Historia, que nos pondría en un a-prieto durante muchos años. Y no solo a los
profesores de nuestra disciplina, sino a tutores, alumnos, padres, junta
directiva e incluso la inspección. Una pesadilla.
El edificio era -arquitectónicamente hablando- una mezcla de
organicismo y funcionalismo, las dos corrientes dominantes en el siglo XX. Con
la piedra molinaza característica de Montoro, combinada con lienzos de paredes
blancas encaladas. Se accedía por medio de dos escalinatas hasta el vestíbulo,
en el cual el área de administración estaba entrando a la derecha y la sala de
profesores y el SUM (soterrado) a la izquierda. Traspasado este umbral, dos
escaleras para acceder a las aulas. Entre las escaleras un jardín que daba
alegría y que estaba primorosamente cuidado por la conserje A. Buitrago que
residía en una vivienda ubicada entre ambas escaleras con su familia. La
alegría del centro. El acceso a las aulas eran pasillos estrechos (al uso para
la época en que se construyó el edificio) pues no se contemplaba el que el
alumnado intercambiase de aulas para varias asignaturas; eso vino después, como
se vería en el nuevo edificio a primeros de siglo y milenio. Todas las aulas
estaban muy bien iluminadas por la luz solar y con amplías ventanas que
ofrecían unas agradables vistas al olivar circundante.
habano, se lo puso en la boca, lo encendió y se lo hizo fumar -entre toses- íntegramente. Lo que propició que no volviera a fumar en mucho tiempo.
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