20.5.18

RECUPEREMOS LOS ’80



Vivimos tiempos complicados. Para mi generación algo menos, pero para los jóvenes terribles, porque no tienen otro horizonte que emigrar. Como los trabajadores españoles en los años ’50 y ’60.

Los años ’80 fueron duros para los que éramos jóvenes entonces. La crisis económica española de 1982 nos azotó con fuerza. Perdimos trabajos y horizontes de encontrarlos. Pero fueron años de disfrute y libertad. Mucha libertad que ahora (2018) se añora. 

Esta entrada la había pensado titular “La canción” (o copla, como diría mi admirado Carlos Cano), porque han sido esas canciones las que me han inspirado este escrito. Efectivamente he vuelto a escuchar mucha música de los años 80. Me consuela en estos años grises, de autocensura, del imperio de lo “políticamente correcto” que mata al individuo, que atenta contra la libertad de expresión. Ese fascismo o estalinismo “blanco” que impera desde hace unos años en las Españas. Posiblemente se trate de una importación anglosajona (o “anglocabrona” como dice mi también admirado Sánchez Dragó); de su falso puritanismo mientras gastan en fiestas “demodeés” o caducas (bodas de no sé que príncipe, etc.) lo que necesita el resto del mundo. Un mundo asolado por el hambre, las epidemias y las guerras (provocadas por los países ricos; ellos).

En fin, que echo de menos aquellos años que en mi vida he sentido como más los más libres. Y también desenfadados. Echo de menos a grupos musicales como La Polla Records, Los Ilegales, Kaka de Luxe, Siniestro Total y un largo etcétera. Echo de menos la frescura de las primeras películas de P. Almodóvar (“Pepi, Lucy y Bon…” o “Átame”, esta última que sería impresentable en un festival a día de hoy) y su derribar libremente tabúes. Sin el lastre de los poderes fácticos que hoy nos atenazan.

Echo de menos a Agustín García Calvo, a Umbral o a Paco Ibáñez, que en su concierto en el Olympia de París en ¡1969! musicaba poemas clásicos españoles en los que se hablaba, sin denostación, de cojos, mancos o ciegos. Hoy eso estaría prohibido; y habría que sustituirlo por ese eufemismo de “disminuidos físicos”, cosa que casa mal con la poesía y con la realidad. Porque el lenguaje trata de economizar; de ser preciso, de comunicar fácilmente, de entendernos sin oscuros manejos impuestos desde el poder político, pero también del social, porque la izquierda (esa supuesta esperanza) se hace presente en el juego. Fuegos artificiales para entretenernos y desviarnos de los verdaderos problemas que nos acometen en el día a día.

De modo que ahora lo que se impone es “A galopar hasta enterrarlos en el mar” (Alberti). 

Ah! La libertad.


PS: Por favor, agradecería muy mucho que vuestros comentarios a esta entrada los hicieseis en el propio blog, y no dándole al “me gusta” de Facebook tras leerlo superficialmente.

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