23.12.14

Catastrazo





Cuando inicié este blog me hice la firme promesa de no hablar de política en él. Me parece que hasta el día de hoy la he cumplido, pero lo que me ocurrió ayer creo que trasciende el campo de la política. Y si no es así, casi me da igual. Porque han vuelto a meter la mano en mi bolsillo; y a fastidiarme otro poquito la vida. Y de eso va este blog: de la vida (la mía) …

En fin, que hace unos días recibí una carta del Ministerio de Hacienda, en la que se me anunciaba que el valor catastral de mi vivienda había sido “regularizado” y por ello debía ingresar una tasa de 60 €.

Cierto es que había oído hablar del “catastrazo” que pensaba perpetrar este gobierno de mangantes, corruptos, mentirosos e ineptos. El gobierno que no iva a subir los impuestos. Pero nunca pensé que me llegaría a mí, usuario de una vivienda de segunda mano que en su mayor parte todavía es propiedad del banco al que estoy hipotecado.

Pero, por lo visto, del catastrazo (otra fórmula de robo colectivo como el del rescate a los bancos) no se va a salvar casi nadie; al menos casi nadie decente, porque los de las tarjetas Black, los EREs y las PUYOLadas ya se sabe que no pagarán. 

Me dirijo a la oficina del catastro de mi ciudad, situada en el quinto pino (Centro Cívico La Fuensanta), donde ya el horario me vuelve a desconcertar: es lunes 22 de diciembre y el horario será de 10:30 a 15 horas. Para el día siguiente, martes 23 de diciembre, la cosa cambia: de 8 de la mañana a las 15 horas. De veras que no entiendo este baile de horas, ni el porqué la dichosa oficina la hayan situado en un sitio excéntrico y de pésimo acceso, cuando Hacienda cuenta con excelentes e inutilizados locales en el centro de Córdoba.

Llegué a la susodicha oficina temprano, aprovechando que tenía día de vacaciones y pensando que habría poca gente, pero con el caprichoso horario traté de aprovechar el tiempo desayunando en una pastelería cercana que descubrí llena de bellas caras y dando un paseo por ese agradable barrio obrero.

De vuelta a la oficina, me atendió un empleado joven que ante mis preguntas balbuceó que todo se debía a una ley existente desde 2005 pero que ahora había puesto en vigor el Sr. Montoro, ese Nosferatu nacional sin gracia que nos está vampirizando ora sí ora no.

Trato de explicarle al compungido oficinista que no entiendo por qué debe aumentar el valor catastral de mi vivienda, cuando sigue siendo igual que cuando la compré, según el notario sin “cargas ni gravámenes”.  El empleado hace una especie de puchero o mueca que interpreto con un “yo no sé nada”, “yo no fui”, “no tengo la culpa”, “me han soltado aquí solo”, “no me machaque, señor”, “perdóneme”… Y decido dejarlo tranquilo, porque supongo que tendrá días mucho peores, con personas desesperadas que no podrán tener la misma conmiseración que yo. El mismo oficinista me confiesa que esta “recalificación” afectará a la mayor parte de las viviendas de la ciudad.

Sin duda, tras la “revalorización” del calor catastral vendrá un aumento del IBI y del IRPF, tan propio del afán recaudador de nuestros gobiernos, sean de izquierdas o de derechas.

Y me marcho, casi sin indignación; convencido de que se trata de un robo más que debo aceptar estoicamente en este año de sablazos que anhelo termine pronto.

Cierto es que podía haber peleado, como me gusta aconsejar; podría haber hecho un recurso dentro de plazo y así, cuando menos, ganar tiempo. Pero la experiencia me ha demostrado que al final habré de pagar, luego de tantos quebraderos de cabeza y de esa pérdida de tiempo (trabajo blanco) y desgaste que supone la lucha infructuosa. Montesquieu hace tiempo que murió en nuestra democracia patria, si es que alguna vez nació. 

La falta de ilusión de que esto es una democracia, de que impera el derecho, salta por los aires a diario cuando nuestros gobernantes siguen actuando despótica e incontestablemente. Se esfuma ante la cotidiana comprobación de que los ciudadanos de a pie estamos indefensos antes los falsarios y filibusteros que manejan los resortes del poder.

Mientras regreso, y busco una oficina bancaria donde ejecutar la primera parte de este sacrificio, me vienen a la mente el mentado Montoro y sus amiguetes de Bankia o Gürtel, quienes estarán riéndose de los ciudadanos/paganos que apechugamos con todas sus imposturas financieras, religiosamente, mientras ellos derrochan nuestro dinero en tarjetas de crédito BLACK, amantes o dietas del Parlamento.

Sin embargo, me alejo casi feliz en la mañana fría y soleada por entre las calles de este alegre y pulcro barrio obrero que empieza a despertar, y que, por suerte, no se parece en nada a la podredumbre que mora en el corazón de España.


La imagen está tomada del blog: Economía a lo claro



3 comentarios:

José Manuel Fuerte dijo...

Lo peor no es ya que los impuestos nos crujan, sino que no sirven para lo que deberían, ni tampoco están recaudados con justicia social. Los impuestos deben existir de forma coherente.

El problema está cuando echas agua en la botella, sin mirar que en el fondo tiene un agujero con los buitres de siempre llevándosela por la parte de atrás.

No te agobies hombre, pero eso sí, patalea, ¡no faltaba más!

Un abrazo, y felices fiestas.

Anónimo dijo...

Rafa, no litigues. No sirve para nada. En primer lugar, con un recurso no dan su brazo a torcer y, en segundo lugar, si entras en proceso judicial a ti te cuesta dinero (tasas, abogado, ...) y a ellos -administración- no porque tienen su propio servicio jurídico. Y rompamos un lanza a favor del funcionario que te atendió: tal vez no ha sido informado o formado sobre esos cambios que se deciden en "las alturas" y a él solo lo han puesto hay para que sirva de parapeto ante las quejas ciudadanas. Saludos Luis Carlos Bees

Rafael Jiménez dijo...

No, si yo lucho, pero siempre pierdo. (como decía Marfario, una presentadora infantil de Canal Sur, de cuando Elena era pequeña y veía con ella la tele).

También podría decir, como canta Kiko Veneno: y yo lucho, y yo lucho, y después siempre me ducho...

En fin, muchas gracias amigos por vuestras (diversas) palabras; aprecio vuestras opiniones. Me vienen bien. Feliz Año1