7.7.13

DESPEDIDAS (verano 2013)



Se han cumplido cuatro años de mi traslado voluntario al IES Medina Azahara. Y también 4 años de mi participación en su programa bilingüe. Llegué a este centro en septiembre de 2009 y me hice cargo del grupo de 1er. curso de la ESO bilingüe. Eran pequeños muy educados y cariñosos que compartían conmigo el llegar a un sitio nuevo, desconocido, nada familiar.

Hace un par de semanas me despedía de ellos: habían terminado con éxito 4º de la ESO poniendo punto final a una etapa, una época. Posiblemente ya solo coincidiré con ellos y ellas en los pasillos, o en alguna guardia. Ahora han crecido y a menudo casi me doblan en estatura. Les deseo un buen futuro en el que no falte su dimensión humana.

Unas semanas antes de que el curso acabase tuvieron la tentativa de invitarme a su cena de “graduación”, ese rito de paso importado de Norteamérica que se va colando en nuestra cultura. No me negué a asistir (el corazón me puede) pero, al pedirles la fecha, les expliqué que para nosotros los profesores el mes de junio era un mes muy duro: desde el punto de vista profesional al económico pasando por el afectivo. En lo profesional por la acumulación de tareas que se produce: elaboración y corrección de infinidad de exámenes, sesiones de evaluación y burocracia (el trabajo “invisible”). En lo económico porque las despedidas han ido multiplicándose como setas, sobre todo para los que tenemos cierta edad y acumulamos (gratamente) buenos compañeros/as y amigos que se van jubilando; o promociones de antiguos buenos alumnos que te invitan a una reunión después de muchos años. En lo afectivo porque es época de despedidas: compañeros que se trasladan, alumnos que parten a la universidad o a otras etapas o centros, a los que posiblemente nunca volverás a ver. En definitiva, una separación, como es el caso que me ocupa; un trocito de ti que se va, que se pierde…

Por suerte no insistieron en lo de la cena, de la que luego tuve noticia a través de la redes sociales. Hicieron bien en no insistir en invitarme porque, a fin de cuentas ¿qué pinta una persona adulta entre jóvenes deseosos de hablar de sus cosas sin trabas?. Les agradezco su detalle de no insistir y me alegra el que lo pasaran muy bien.

A lo largo de estos cuatro años ha habido ratos buenos, regulares y malos; las cosas han ido cambiando; pero la convivencia deja huella.

Las Cármenes, Marías, Pablos o Carlos… (por no aburrir a nadie con una lista que me sé de memoria) tienen un hueco en mi corazón. Y aunque crezcan, coronen sus estudios y lleguen a ser buenos profesionales, para mí siempre serán aquellos pequeños amables, graciosos y aplicados que llegaron a un sitio nuevo, como yo.


4 comentarios:

Molón Suave dijo...

Compleja profesión la tuya, en la que, entre otras muchas cosas, se experimenta con harta frecuencia la melancolía del adiós.

Rafael Jiménez dijo...

La melancolía, esa enfermedad romántica.

Carlos dijo...

Profesor,aunque he tardado en ver esto ,quiero que sepa que para mi ha sido un placer y un honor ser su alumno. Sus clases han sido maravillosas porque usted ha sido un profesor genial,siempre me acordaré de ellas . Me entristece un poco que ya no nos vuelva a dar clase pero no quiero tampoco negar le ese placer a otros alumnos. Siempre le recordaré a usted y los buenos ratos que he pasado tanto en clase como en excursiones. Solamente me queda una cosa que decirle,¡hasta el curso que viene!,que aunque sea poco,espero verlo . Un saludo su alumno Carlos Sierra .

Rafael Jiménez dijo...

Estimado Carlos: muchas gracias por tus palabras. Ha sido una satisfacción para mí el tener alumnos como tu, tan educado, respetuoso, trabajador y generoso. Me gustaría que esos alumnos que mencionas pensasen como tú cuando ya no les dé clase. Esa es la mayor alegría de esta profesión.

Sin duda espero que nos sigamos viendo. Y que cuentes (contéis) con mi leal ayuda si os resulta necesario.

Un saludo.